Mayor proximidad, más trabajo pastoral y menos condenas y preceptos. Dejar a un lado la fijación con lo que los cánones católicos consideran pecado y ofrecer más compasión al pecador. Así es como Francisco ve el papel de la Iglesia, según explica en la larga entrevista publicada en la revista jesuita La Civiltà Cattolica. El mismo hecho de someterse a un larguísimo interviú y hacer en él un perfil de sí mismo asegurando, por ejemplo, no haber sido nunca de derechas o dando a conocer sus gustos artísticos es ya una muestra de la proximidad que busca para la Iglesia, una Iglesia donde la curia debe ser una ayuda, no un instrumento de poder. Esta visión profundamente evangélica y tan alejada de la imagen del papa-rey es revolucionaria, pero su radicalidad no lleva a un cambio doctrinal. El catolicismo seguirá condenando el aborto (ayer mismo Francisco lo hizo en una audiencia a ginecólogos) o el matrimonio homosexual.