Todo lo que acontece a nuestro alrededor es susceptible de crítica. Cuando alguien que se cree en posesión de la verdad absoluta emite una opinión y nadie le rechista, se debe a dos razones fundamentales, distintas y contrapuestas: o bien tiene toda la razón del mundo y nada se le puede reprochar en contra; o por el contrario hay que dejarlo como quien es, ante la imposibilidad de hacerlo razonar y desenclaustrarlo de la cerrazón con que acostumbra avasallar y expresarse. Ante la situación esperpéntica con que frecuentemente se presentan los hechos en el ámbito de la política nacional, me decanto por preguntarle a muchos de nuestros políticos, más concretamente a esos cerebritos prodigiosos y endiosados que con tanta vehemencia e intransigencia declaman y argumentan --ya sea en la ventana del televisor o el megáfono de la prensa--: ¿en cuál de los dos tipos de la clasificación se considera usted? Me temo que predominarían los imposibles y enrocados, que no se mueven de su posición inmovilista ni el canto de un céntimo de euro. ¡Así nos va! ¡Somos España!

José Luis Sánchez Martín **

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