A los griegos, que inventaron la política, les encantaban las paradojas. Una de ellas, la de Epiménides , que afirmaba que "todos los cretenses eran unos mentirosos" siendo él mismo cretense, les llevó a descubrir que nada de lo que concierne al ser humano está exento de perplejidad, tampoco la política. Las últimas elecciones generales nos han dejado perplejos a gran parte de los españolitos de a pie, que no logramos entender cómo todas las encuestas, las oficiales y las oficiosas, parecen mentir cuando dicen la verdad y dicen la verdad cuando parecen mentir.

Perplejidad y sorpresa es lo que sentimos al analizar el eslogan del PP, "A favor", cuando no deja de ser paradójico que muchos de sus votantes no han votado a favor de su partido, sino en contra de que gane Podemos. El PSOE, por su parte, con su "Sí por el cambio" pasará a la historia por defender que "todo debe cambiar", eso sí, haciendo todo lo posible para que nada cambie, a excepción quizás del Palacio de la Moncloa por el de San Telmo. Y, sin duda, un matemático como René hubiera escrito una nueva Meditación cartesiana para averiguar por qué la unión de dos partidos que obtienen por separado seis millones de votos pierden uno cuando se presentan juntos a las elecciones.

Entre paradoja y paradoja, millones de personas en todo el país celebran el orgullo gay. También aquí lo paradójico asoma, ya que muchos pueblecitos de nuestra Extremadura resultan ser más tolerantes y empáticos que grandes urbes avanzadas, en las que agresiones homófobas y xenófobas, por no hablar de infames atentados terroristas, aumentan de manera alarmante.

EL MITO fundacional del colectivo LGTBI fue, sin duda, el "Over the Rainbow", uno de los temas de la película de El mago de Oz que el 28 de junio de 1969 sonaba en el Stonewall de Nueva York para conmemorar la muerte de Judy Garland . Un león cobarde y un hombre de hojalata con los sentimientos a flor de piel bastaron para trastocar las consuetudinarias etiquetas de los roles y de la identidad de género de todo el planeta. El heroico acto de resistencia de los clientes del Stonewall frente a la opresión policial sirvió para iniciar una lucha que está a punto de cumplir medio siglo y que ha servido para que millones de personas se reconozcan en las siglas del colectivo LGTBI.

A pesar de que nuestra sociedad se encuentra inmersa en un proceso de fragmentación insolidaria, esta sigue siendo capaz de reunirse en torno a una causa, la de la defensa de las libertades sexuales y la lucha contra todo tipo de opresión. El hecho inusitado de que millones de personas, desde Estambul hasta Sao Paulo, pasando por Villalba de los Barros, sean capaces de transitar cada año por un camino de baldosas amarillas, enarbolando una misma bandera multicolor, es un símbolo lo suficientemente potente como para darnos cuenta de que las máquinas electorales de los partidos, brillantes para las matemáticas pero incapaces de soñar, siguen siendo insuficientes para movilizar a millones de individuos desorientados que necesitan creer en la existencia de un bien común . Aquello que nos une cada 28 de junio a seres humanos de diferentes países, razas, ideologías, generaciones y culturas es aquello que le falta a la sociedad atomizada que es sondeada a pie de urna cada vez que se celebran elecciones.

Los nuevos partidos políticos se esfuerzan, cual Ariadna , en tejer el ovillo que nos permita deshacer el camino del laberinto en el que nos encontramos los ciudadanos del siglo XXI. Por ello, a pesar de estar huérfanos de símbolos y de identidad política, presos del cálculo estratégico y del frío interés, no debemos olvidar que, aun a riesgo de ser zarandeados por el miedo y la desesperanza, existen caminos de baldosas amarillas que todavía no hemos transitado y que deben inventarse. Por muy difícil que sea el laberinto y por mucho miedo que infunda el Minotauro, es necesario decir muy alto que los sueños existen y, además, ¡no se pisan!