Dice mucho de Estados Unidos que la iniciativa privada o algunos estados por su cuenta hayan conseguido la reapertura al público de monumentos cerrados por falta de recursos federales como el Gran Cañón, la Estatua de la Libertad o el monte Rushmore. Dice mucho a favor de la voluntad de algunos de asumir a su costa competencias que son del Estado para que los visitantes puedan compartir y disfrutar de lugares que son grandes símbolos de Estados Unidos, pero todavía dice más en detrimento de un sistema político que desde hace algún tiempo muestra una parálisis que es aprovechada por un pequeño sector del Partido Republicano, el Tea Party, para ejercer un auténtico chantaje sobre el país.

La Constitución de Estados Unidos, envidiada por muchos y ejemplo para muchas otras cartas magnas, contempla toda una serie de pesos y contrapesos para evitar el abuso de una de las tres ramas del poder. Desde su promulgación en el año 1787, este sistema de control ha funcionado, pero han aparecido sus límites, como demuestra de nuevo ahora el bloqueo en el que se encuentra un Ejecutivo que no puede disponer de los recursos necesarios para conseguir que la máquina administrativa funcione.

Sucede desde hace trece días y hay la perspectiva de que el país no pueda hacer frente a sus pagos el próximo jueves si el Congreso no aumenta el techo de la deuda del Gobierno. No es la primera vez que el Congreso no aprueba los presupuestos dentro de plazo, ni tampoco que se debate el aumento del techo de la deuda, pero ahora hay una extraordinaria polarización política que todo lo contamina. Es la que ha convertido al Partido Republicano en rehén de su sector más extremista, con el pésimo efecto de romper el equilibrio de poderes. Durante el fin de semana no han cesado las reuniones entre congresistas de distintas adscripciones para intentar salir de la parálisis, pero lo que se está discutiendo no es una solución definitiva. A lo máximo a lo que se ha llegado en las reuniones bipartidarias es a analizar soluciones temporales que alivien la parálisis durante unos meses. Y este seguramente será el final del presente episodio, mientras que el próximo aparecerá enseguida en el horizonte. Sin embargo, Estados Unidos no puede caminar siempre como un funámbulo sobre el alambre y debería dotarse de mecanismos que evitasen situaciones tan angustiantes.