El Grupo de los Veinte (G-20) se creó en 1999, cuando los países ricos del G-8 decidieron convocar a 11 naciones sistémicamente relevantes que no pertenecían a la plataforma y a la Unión Europea para buscar soluciones a los problemas de la globalización. El hecho de que en el G-20 se mezclen países ricos y pobres --que llegan a representar el 85% del producto mundial bruto-- da relevancia a este foro informal de cooperación y diálogo, si bien los países que no fueron llamados han llegado a decir que carece de la legitimidad que el multilateralismo exigiría para llegar a diseñar un sistema de gobernanza mundial capaz de evitar futuras crisis sistémicas y de rebalancear las asimetrías de poder existentes en el sistema mundial. ¿Representan estos 20 países los intereses de los 192 estados miembros de la ONU?

El G-20 llevó una vida lánguida bajo las sucesivas presidencias rotatorias de Alemania, Canadá, la India, México, China, Australia y Suráfrica, y hubiera continuado igual bajo la del Brasil en el 2008 si no hubiera sido porque el desastre de las hipotecas subprime , la quiebra de Lehman Brothers y la subsiguiente contaminación abocó al sistema económico mundial a una situación de semicolapso que hizo que Sarkozy y otros líderes decidieran que había que llevar a cabo una reunión para "refundar el capitalismo" y que ello debía tener lugar al máximo nivel político. Fue así como Bush convocó la primera reunión del G-20 a nivel de jefes de Estado, en Washington en noviembre del 2008, y fue así como nació un nuevo G-20 ascendido de categoría . Países como España lucharon lo indecible para participar en sus muy mediáticas reuniones.

XAQUELLA PRIMERAx reunión, poco preparada, del G-20 no refundó el capitalismo, ni mucho menos, y cuando el G-20 volvió a movilizarse a nivel de jefes de Estado y Gobierno, en Londres, en abril de este año, ya nadie hablaba de refundar el capitalismo, sino solo de transformarlo con algunos parches. Pronto quedó muy claro que el agobio de la crisis económica de alta intensidad en que se movían todos los países hacía muy difícil encontrar soluciones concertadas, ni siquiera --y es trágico aceptarlo-- entre países de la eurozona.

Desde la cumbre de Londres se ha avanzado en la ampliación de los recursos del Fondo Monetario Internacional, lo que ha dado lugar tanto a una nueva e importante asignación de derechos especiales de giro como a la emisión de títulos por el FMI, que, suscritos por China y otros países con grandes reservas de divisas, dan al fondo una nueva fuerza financiera, si bien nada se ha avanzado en la redistribución del poder de votación que tanto piden los países en desarrollo y Pekín. Pocos avances se han registrado en la lucha antiproteccionista para desatascar la Ronda de Desarrollo de Doha de la Organización Mundial de Comercio. Es más, Obama ha defraudado al mundo aceptando presiones proteccionistas internas del tipo Buy american o el aumento de aranceles en los neumáticos chinos.

En áreas como el control de las remuneraciones y bonos a los altos ejecutivos bancarios y la lucha contra los paraísos fiscales se ha ido avanzando en el intercambio de información, pero son muchas las divergencias entre los grandes países, por lo que progresos llamativos respecto al control siguen siendo imposibles. En el terreno de la cooperación para el desarrollo, la crisis presupuestaria de los países ricos no invita al optimismo cara a aumentar los flujos de ayuda que permitan avanzar hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de lucha contra la pobreza, el hambre, el analfabetismo y los problemas sanitarios.

En este contexto de ampulosos deseos y reducidos resultados, es útil recordar que a la tercera edición del G-20 en su formato de jefes de Estado y de Gobierno, esta semana en la ciudad norteamericana de Pittsburgh,algunos líderes llegan con su liderazgo muy debilitado: Obama, por la oposición en el Congreso a su reforma sanitaria; Merkel , por estar en pleno proceso electoral; Hatoyama , porque prácticamente no ha tenido tiempo de tomar las riendas del Gobierno japonés: Barroso , recién reelegido presidente de la Comisión Europea, no tiene aún un nuevo equipo de comisarios y no sabe si el Tratado de Lisboa saldrá adelante en el referendo irlandés del 2 de octubre.

Washington va a presentar el documento Marco para un desarrollo sostenible y equilibrado , que suscita desencuentros pues las ideas sobre la salida de la crisis son dispares tanto por parte de China o Japón, que critican a Washington por sus enormes déficits, como entre los países europeos. Los norteamericanos querrían una acción concertada internacional y una hoja de ruta anticrisis coordinada, pero ello exigiría alguna entidad de control y supervisión, y nadie parece estar por la labor de crear nuevos organismos y de someter su soberanía nacional a un supervisor externo.

Las últimas estimaciones de la OCDE muestran brotes verdes en numerosos países, y por ello Pittsburgh no se celebra bajo la sensación de pánico que caracterizó las anteriores reuniones del G-20. Pero quizás por eso los compromisos que se pacten en la capital de Pensilvania podrán luego no traducirse en normas y acciones concretas. Los líderes mundiales quieren seguir yendo a la suya, sin dar demasiadas explicaciones al resto del mundo y sin someterse a la a veces difícil coordinación internacional.

*Director general honorariode la Comisión Europea.