Cuando los políticos no saben o no contestan sobre las formas de atajar esta crisis económica, les sugiero que hagan lo que una familia normal, endeudada hasta las cejas a causa de una hipoteca de 40 años, con dos hijas en edad escolar y el nubarrón del desempleo en el horizonte para uno de los cónyuges. ¿Qué hacer? Ante semejante panorama, esta familia empezó por suprimir las vacaciones playeras del verano. El 1 de septiembre, la empresa para la que trabaja el esposo, que fabrica productos aislantes de la construcción, ha presentado un ERE (expediente de regulación de empleo), con lo cual el único sueldo que entrará en casa será el de la esposa; si hay suerte, él podrá cobrar el subsidio de desempleo. Independientemente de maldecir el día que se le ocurrió pedir la hipoteca que alegremente les colocó la entidad financiera, esta familia ha tenido que recortar drásticamente los gastos. La angustia que sus miembros están padeciendo --con sus largas noches en vela pensando en el futuro de sus hijas, sabiendo que nadie, absolutamente nadie, les ayudará-- les hace caminar cabizbajos. He oído que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, ha manifestado que el paro seguirá en aumento los próximos meses. Me pregunto qué medidas emprenderá el Gobierno para enderezar el rumbo de nuestra frágil economía. No descarto que nos sorprenda de nuevo con una nueva glaciación del sueldo de los altos cargos. Mejor sería que el cinturón de la Administración se apretara al máximo, como hace la humilde familia de esta historia. Seguro que todos los ciudadanos lo agradeceríamos.

J. Giménez **

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