Escritor

Urdan una historia y dará sus frutos. Se coge a un parado y se le convence en plan diabólico:

--¿Quiere usted cobrar un despido?

--¿Yo? Si no he trabajado nunca...

--Mejor. Vaya a una Inspección de Trabajo y elija un comercio, cualquiera, y asegure en la inspección que el comercio con razón social El Zapato de Oro le ha despedido.

--Ya, pero...

--Usted sólo tiene que estar en ese comercio, el día y a la hora que le diga el inspector.

--¿Entonces yo voy al comercio...?

--Y se pone a ver zapatos, hasta que llega el inspector y pregunta qué hace usted allí...

--Es que me han despedido.

El inspector se dirige al dueño.

--¿Es cierto que ha despedido usted a este trabajador?

--Es la primera vez que lo veo.

--Ajá. La semana que viene, con libros de matrícula, se presentan a las 12 en la Delegación de Trabajo.

El comerciante se queda perplejo. Sabe que la inspección de trabajo la inventó Franco, y no pierde la esperanza. Pero llega el día y se ven las caras.

--¿Desde qué año lo tiene usted abusando de él?

--Oiga que yo no lo conozco de nada.

--Eso dice siempre la empresa. Pónganse de acuerdo.

--¿Pero qué acuerdo?

De ahí a la conciliación, sólo un paso. Y de la conciliación al Juzgado de lo Social, otro. Todo depende ya de los jugos gástricos del juez que te toque. A todo esto, la Seguridad Social ya ha tomado nota. El juez también, que pregunta al empresario:

--¿No le da vergüenza haberlo despedido con esta carita de nardos?

En definitiva, además del despido, puedes pedir los años que quieras, porque el juez no pide justificantes, incluso hace bromas:

--Je, a mí con justificantes.