El paro cayó en junio en 7.362 personas. Es el peor dato en un mes de junio desde hace diez años. Todos los grupos políticos y sociales han coincidido en que empieza a notarse una cierta ralentización en el ritmo de crecimiento del empleo. Todos menos el Gobierno se empeña en restar importancia a la estadística. Hay que tener en cuenta que junio es un mes intensivo en empleo y que se rompe así una evolución que rompe una tendencia de ya muchos años.

Es obvio que un mes, ni siquiera dos, hacen primavera. Pero, mucho hay que temerse que sea algo más, un síntoma de que la economía empieza a fallar. La pregunta del millón era en estos meses en los que se veían desequilibrios importantes, aunque a lo mejor poco mediáticos, cuánto tardarían esos desequilibrios en hacer mella en el empleo. La gran catástrofe de la situación que podemos empezar a vivir: de menor consumo y más apreturas de los presupuestos familiares por la subida de las hipotecas, es que el empleo se resienta. Entonces sí que las alertas se ponen en puro rojo.

Desde luego si se confirmaran más meses datos como los de junio podemos empezar a preocuparnos y en serio, porque lo realmente preocupante en una economía es que el empleo no vaya bien. Los economistas siempre dicen que las cosas pueden ir mal por muchas razones, pero que cuando es el empleo el que da malas noticias, entonces sí hay que preocuparse. Y, desgraciadamente, podemos estar en el inicio de ese momento.

Es increíble que en esta situación de preocupación creciente por la evolución de la economía española el Gobierno esté mirando para otro lado y casi casi engañando a los ciudadanos sobre la que se avecina si el empleo sigue aportando malos datos como el de junio. Parece que ha decidido instalarse en el triunfalismo. Le pasará factura. Lo malo es que nos va a pasar factura a todos.

*Periodista