WNw i siquiera los analistas más ecuánimes lo esperaban con tanta celeridad: la cifra de parados en España, según el cálculo que refleja la encuesta que hace el Instituto Nacional de Estadística entre cientos de miles de familias españolas, la EPA (Encuesta de Población Activa), ha arrojado dos cifras alarmantes. Una, que entre quienes están en edad y disposición de trabajar, hay más de cuatro millones que no lo consiguen. Es la más llamativa, pero no la más importante. Lo realmente grave es la velocidad con la que se está destruyendo empleo en nuestro país. Que en un solo trimestre se pierdan más de 800.000 empleos no consta en ninguno de los anales de quienes elaboran las estadísticas del mercado laboral español. ¿Cómo ha sido posible? Por la conjunción de tres calamidades. Una, largamente anunciada: la rotunda caída de la promoción inmobiliaria y sus dos efectos asociados, el empleo en la construcción y la reducción del turismo residencial. Segunda, los efectos demoledores para la industria española de la recesión por la que pasan los principales países que son los clientes a los que exporta.

Desde multinacionales a pequeñas y medianas empresas (pymes), y no pocos autónomos dependientes de su antigua empresa, han convertido en despido la caída de los pedidos. Tercera, y cada vez más determinante, la desconfianza, cuyo principal reflejo es la resistencia de las entidades financieras a prestar a las empresas para que mantengan su actividad y a las familias para que consuman. Con el paro por encima del 17% (en la comunidad autónoma de Extremadura el desempleo ha crecido en 19.500 extremeños y ya supera el 20% por primera vez desde el año 2000), caen los argumentos de algunas patronales --y de los servicios de estudios que les dan cobertura-- de que en España hay que abaratar el despido. Si con la norma actual, 9.000 españoles se quedan cada día sin trabajo, ¿que ocurriría entonces si despedir fuera gratis en este país?

Urge afrontar, por tanto, los síntomas más alarmantes que refleja la EPA: que aumenta el número de familias en las que ningún miembro tiene trabajo y que quienes perdieron el empleo hace casi dos años --y están a punto de agotar la percepción del seguro-- continúan sin encontrar trabajo. El remedio ha de venir por parte de las administraciones (el presidente de la Junta, Fernández Vara, ha calificado los datos del paro como "negativos sin paliativos"), pero también de los empresarios: elegir bien las actividades que puedan ser creadoras de empleo, exigir a quienes están en paro que participen en los cursos de formación --no volverán las ofertas para quienes no están cualificados-- y, mientras siga la crisis, que el seguro de paro se prolongue cuanto haga falta cuando esté justificado.