WLw as cifras del paro registrado en marzo marcan un nuevo récord desde que comenzó la crisis. Está claro que, junto con la inflación, se trata del peor macrodato de la economía española, y a la vez es probablemente el más irreductible. Es verdad que, de los 45.660 nuevos parados (768 de ellos en Extremadura), un tercio corresponde a personas que no habían tenido empleo anterior, lo que quiere decir que la población activa sigue creciendo. Y también lo es que 7.500 desempleados del mes proceden del ajuste del antiguo sistema de medición del País Vasco. Pero en el otro fiel de la balanza hay que poner el aumento --127%-- de los expedientes de regulación de empleo que reducen jornada y alivian las listas del paro en la medida en que no las alimentan. Un sistema parecido al que se ha generalizado en Alemania. Es seguro que, como apuntan desde el Gobierno, la Semana Santa y el verano mejorarán las estadísticas. Y es probable también, como reiteró el Ministerio de Trabajo, que en el segundo semestre la economía empiece a salir del pozo y a crear empleo neto gracias a la inercia del crecimiento. Pero el problema del paro es más profundo, es estructural. Las cifras de las exportaciones de enero son buenas: por primera vez desde que estamos en la divisa común la balanza comercial con los países de la eurozona ha sido positiva para España, y empieza a recuperarse la inversión en bienes de equipo. No obstante, las empresas se lo piensan mucho para ampliar sus plantillas. Prefieren antes renovar maquinaria y reducir deuda.