El pasado jueves 1 de junio, a las 12.15 de la mañana presencié como, en pleno corazón del parque de las Siete Sillas de Mérida, en la zona de paseo situada junto al estanque central, un perrito que paseaba con su dueño fue destrozado por dos perros que corrían sueltos en un grupo de seis o siete galgos. El dueño de éstos, un tipo joven, ni se inmutó: continuó su paseo tranquilamente y desapareció por el Puente Romano.

El parque no es un lugar seguro sin presencia policial por las mañanas de los días laborables, cuando está vacío. Y no se tata de un problema de perros ni de razas de perros. El problema es que a escasos 150 metros del puente existe un foco de marginalidad y que ésta en un momento irrumpe (y puede hacerlo cuando quiera), se enseñorea e impone su ley en un terreno que es de todos.

Juan Rodríguez **

Mérida