A Extremadura le falta generar ingresos por 300 millones de euros para poder equilibrar su presupuesto. Y el desequilibrio tiende a ir a peor, en la seguridad de que algún día se acabarán los fondos europeos, la facilidad del Fondo de Liquidez Autonómico que presta dinero a muy bajo interés a las comunidades, y se aprobará un sistema de financiación autonómica que hará más dependientes a las regiones de los ingresos públicos que se generan en las mismas, de forma que para las más necesitadas quedará un mínimo garantizado de achicoria en vez del café para todos.

Lo ha dicho con algo de claridad y más leer entre líneas esta semana el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, que no se puede seguir así, que hacen falta grandes proyectos empresariales, con inversiones de mucha enjundia, que tiren con gran impacto de la economía y el empleo regional, y sean los sostenedores a su vez de la red de pequeñas o pequeñísimas empresas que es lo que constituye el tejido extremeño.

De ahí la necesidad, añadía Vara, de facilitar la instalación de varias propuestas que han llegado para aprovechar Extremadura como sede, en sus puntos más cercanos a Madrid, de grandes zonas de ocio deportivo, turístico, acuático, y residencial. Zonas como La Siberia, o el Campo Arañuelo, a hora y media del aeropuerto internacional Madrid-Barajas para un turismo familiar.

Pasada la época de las grandes instalaciones fabriles, que buscan ahora proximidad a los centros de consumo y transporte, los actuales gestores de la Comunidad Autónoma han fijado el objetivo de desarrollo económico en tres puntos: el aprovechamiento agroindustrial, la producción de energía renovable, y ahora el interés mostrado según el presidente por varios promotores, españoles y extranjeros, por las grandes extensiones naturales de la región y su escasa saturación turística, pese al valor patrimonial, cultural y también humano que los siglos han dejado aquí.

En cuanto al aprovechamiento agroindustrial, en relación a grandes proyectos inversores, los árabes de la azucarera siguen sopesando si la ponen o no en Mérida. La electricidad en España es cara, muy cara, que se lo digan a los pensionistas que ahora invaden las calles, y es el principal obstáculo para esa instalación. No está clara todavía en absoluto la elección de Extremadura como emplazamiento, por eso la Junta estudia ahora medidas fiscales autonómicas para abaratar los costes totales de la azucarera, y compensar por otras vías la falta de competitividad en el coste de la energía.

En cuanto a los grandes proyectos recreativos, el Gobierno regional está muy confiado en que pueda cuajar alguno, y de ahí la propuesta de Ley de Grandes Instalaciones de Ocio (Legio, un acrónimo muy ligado al pasado romano de la región). Posiblemente en su día, en aquella primera década de este siglo, Extremadura podría haber facilitado la instalación de dos o tres campos de golf con aprovechamiento residencial, como hicieron prácticamente todas las comunidades; ahora toca según la Junta aprovechar la demanda de familias europeas, o del norte de España, de áreas de entretenimiento, hoteleras y/o residenciales.

Hay que generar actividad, empleo, atraer capitales públicos y rentas privadas, y en esa dirección va este intento de la Junta que querría ver aprobado uno de esos proyectos antes de final de año.

El drama de los jóvenes que se van prácticamente todos por falta de oportunidad en Extremadura es una preocupación general en la sociedad regional, en todos sus estamentos. Vara ha hablado de ello al presentar esta propuesta de ley, la necesidad de retenerlos con un proyecto laboral y vital, bajo el riesgo de que la Comunidad se vaya empobreciendo poco a poco.

La tercera apuesta grande son las energías renovables, y parece de momento la mejor encaminada. No solo en la subasta oficial numerosas inversiones fotovoltaicas vienen para acá, sino proyectos que prescinden directamente de las primas.