Al comenzar el relato, los dos discípulos abandonan Jerusalén, tristes y desalentados por el destino de Jesús: "Resultó ser un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante el pueblo; pero los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron, cuando nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel" (Lc 24,19-21). Este fin de semana en Entrevías he tenido la dicha de vivir en la Parroquia de San Carlos Borromeo el entusiasmo, cuando el Evangelio se vive como fuerza transformadora del mundo y de la sociedad, la desilusión, cuando todo esa lucha y ese trabajo parecen resultar inútiles, con la tentación de abandonarlo todo, como los de Emaús. Pero vives la experiencia de Cristo resucitado, que ilumina el escándalo de la cruz y anima en medio de las dificultades. Entonces te sientes impulsado a continuar la misión de Jesús, anticipando el reino con nuestras obras, explicándolo con nuestras palabras, haciéndolo visible en nuestra existencia. Una Iglesia que se encarna en el mundo de los excluidos y que defiende su causa, sufre inexorablemente persecución, pero consigue algo muy importante: credibilidad; y por ello puede mantener su esperanza. La mantiene desde su fe. Esto es Entrevías.

Francisco A. Bravo Pérez **

Cáceres