Ante un momento de crisis o dificultad mi madre me solía decir «No hay problemas sino retos y los retos se superan». Y es que convertir los problemas en oportunidades es una de las claves del éxito personal. Uno de los pensamientos que más rondó por mi cabeza durante mi infancia y que aún hoy en día me despierta especial atención es cómo puedo canalizar mis frustraciones en algo positivo.

Siendo honesto, creo que comienzo a ser realmente consciente de la degeneración física intrínseca de mi enfermedad, espina bífida, y sin dramatismo confieso que ciertos movimientos que acostumbro a hacer me cuestan más que antes. Es frustrante experimentar como tu cabeza ordena cosas que tus piernas son incapaces de realizar. Hasta aquí todo han sido quejas. Pero, ¿hay algo positivo en todo esto? Sin duda, la vida nos pone retos que podemos superar; cuando creas que la vida te da un revés fuerte, no te lamentes, significará que eres más fuerte y estás más preparado para superar los obstáculos. Y es que tan positivo ha sido darme cuenta de que mi enfermedad es degenerativa que comienzo a valorar realmente cada cosa cotidiana que hago en mi día a día.

Quienes me conocen me llaman loco por querer vivir al límite de mis posibilidades, sin barreras, ni estigmas, ni prejuicios que me lastren. Es momento de vivir las aventuras de mi vida porque ahora puedo hacerlas. Es por ello que no acostumbro a posponer cosas. Ese carpe diem tan utilizado que no entiendes hasta que la vida te da algún que otro aviso. Un reto mayor supone un mayor esfuerzo y eso te hace mucho más fuerte. Porque la debilidad de mis piernas se compensa con la fuerza de mi voluntad, que ve en la vida una oportunidad de hacer algo que merezca la pena. Si algo puedo decir a quienes estáis leyendo esta carta es que esforzarse siempre merece la pena, aunque muchas veces sea enormemente difícil darnos cuenta de ello.

IDIOMAS

En inglés suena mejor

Javier Muñoz

Cerdanyola del Vallés

Estamos inmersos en un mundo que amenaza con acabar con todo idioma que no sea el inglés. Música, informática, diseño, publicidad, nuevas tecnologías, redes sociales, cocina, deporte... Todo se envuelve en una neblina anglosajona que renombra desde los conceptos más comunes hasta los empleados en relaciones humanas; y esto no cesa de crecer. Los coachs enseñan a cantar a new talents en TV shows.

Los runners baten nuevos récords en contests de Iron Man; manejamos software y hardware adaptados a los nuevos operative systems. Nos quitamos años con intensive cares diversos; comemos burguers; bebemos gin-tonics; nos perfumamos con fragances y after shaves. El márketing rige nuestras necesidades de customers; en sus agencias, los copys y los art directors se afanan en dar forma a los nuevos briefings, ajustando los timmings para no sobrepasar los death times, todo ello dentro de las más furiosas brain storms meetings. Todos disponemos de Facebook, Twitter, Wahtsapp, Instagram, mail, smartphone, Skype, YouTube, Messenger, router, PC, tablet... Practicamos running, spinning, paddle...

Las ofertas de trabajo se describen con títulos como General Manager, Director Assistent, Software Developer, Hardware Tecnic, System Engineer, Graphic Editor, Digital Marketing Manager, Lean Office Manager... Vivimos en lofts (sin hall, que no cabe); conducimos mountain bikes, snow boards; coches con ABS, ETC, spoilers, gas oil. Nos comunicamos vía streaming, por wifi, hablamos (y pagamos) por roaming...

En fin, todo lo que se usa demasiado se convierte en excesivo. Y que el idioma de Shakespeare suene bonito no significa que ni el nuestro ni tantos otros tengan absolutamente nada que envidiarle. No dejemos que pierdan sus funciones más importantes, la comunicación y el entendimiento.