El país del arco iris y de la unidad en la diversidad ocupará hasta bien entrado julio el foco informativo internacional por la relevancia del Mundial de fútbol, pero también por algunos elementos sociales y políticos que rodean el acontecimiento y que lo hacen destacar mucho más allá de aspectos puramente deportivos. El continente africano organiza por primera vez una Copa del Mundo de fútbol y Suráfrica, que solo 20 años atrás sufría el terrible régimen de segregación racial del apartheid y mantenía encarcelado a Nelson Mandela , consolida poco a poco su joven democracia. En política exterior, y desde 1994, el país ha jugado un papel decisivo en la resolución de conflictos armados y situaciones de inestabilidad en Africa, y ha contribuido significativamente al fortalecimiento de las instituciones africanas. Está bien, pues, que subrayemos las buenas noticias, aunque también es pertinente que recordemos que esta antigua colonia británica pasa por dificultades y mantiene importantes carencias y asignaturas pendientes en materia de derechos humanos.

Así, problemas como los altos índices de violencia de género contra mujeres y niñas, la prevalencia del VIH/sida o la violencia xenófoba contra población inmigrada y refugiada forman parte de la agenda de derechos humanos del país y deben ser abordados por el Gobierno de Jacob Zuma .

XEMPECEMOS PORx el sida, que ya tiene carácter de pandemia. Cerca de 5,7 millones de personas (de una población total de 50 millones) conviven con el virus en todo el país. Pese a los esfuerzos del Gobierno para dedicar más atención a la prevención y para mejorar el acceso al tratamiento de la enfermedad, el estigma y la exclusión social de las personas que viven con el VIH sigue siendo un gran problema. Desde abril, el Ministerio de Salud cuenta con un servicio de asesoramiento y efectúa pruebas del VIH a gran escala, pero habría que mejorar el acceso al tratamiento de personas que viven en zonas rurales. Además, a causa de la discriminación de género, el VIH/sida sigue afectando desproporcionadamente a las mujeres, con unos índices de prevalencia de dos a cuatro veces superiores a los de los hombres de 15 a 34 años. Otra de las cuestiones que preocupa es la violencia selectiva y periódica que sufren personas refugiadas y migrantes. El caldo de cultivo que supone la falta de servicios básicos y la pobreza que sufren las barriadas más pobres de las grandes ciudades como Johannesburgo, Durban o Ciudad del Cabo, a menudo se canaliza con violencia hacia las comunidades de extranjeros procedentes de países vecinos, como Zimbabue o Mozambique, o de refugiados de Somalia, Etiopía o la República Democrática del Congo. Se percibe a los migrantes y refugiados como competidores en ámbitos como el empleo, el acceso a la vivienda y las oportunidades económicas, y se les convierte en blanco de la violencia xenófoba, que incluye ataques y saqueos a pequeños comercios propiedad de extranjeros, a menudo con la complicidad y connivencia de los violentos de la propia policía surafricana. Amnistía Internacional (AI) lleva tiempo documentando el peligro que sufren las personas refugiadas, desde mayo del 2008, cuando la violencia provocó 60 muertos y el despliegue interno de miles de personas.

Si hablamos de la Copa del Mundo y de los preparativos que Suráfrica ha afrontado en los últimos seis años, desde que fue elegida sede del Mundial 2010, sectores empobrecidos del país han seguido llamando la atención sobre el hecho de que la mayoría de la población sigue estando excluida, económica y socialmente, de algunos de los supuestos beneficios del Mundial.

En un país con altos índices de delincuencia y muertes violentas, las fuerzas de seguridad han elaborado un plan detallado, siguiendo las directrices de la FIFA, que incluye la protección de los estadios de fútbol en un área de seguridad de 10 kilómetros, así como la vigilancia de las sedes de las selecciones y de todas donde pueda haber presencia de visitantes. Es lógico que sea así, pese a que nos preocupa que la policía, en su afán de proteger a los visitantes de la Copa del Mundo, pueda utilizar medios letales contra presuntos delincuentes de modo contrario a lo que establecen las normas internacionales de derechos humanos, o bien hacer un uso excesivo de la fuerza y violar el derecho a los medios de vida de aquellas personas que intentan ejercer la venta ambulante alrededor de las sedes del Mundial. AI tiene constancia, en los últimos meses, de un aumento de conductas policiales ilegítimas, que implican asedio a vendedores ambulantes o personas sin hogar en zonas urbanas empobrecidas y densamente pobladas, lo que incluye registros, detenciones arbitrarias y extorsión como condición para quedar libre de la custodia.

Ciertamente, Suráfrica es un país apasionante, joven y vibrante. Y más allá de la Copa del Mundo de fútbol, tiene muchos recursos, potencial y capacidad para invertir estas situaciones y ganar el partido de los derechos humanos, el más importante de todos.