Aquellos que me conocen lo saben: los pocos ahorros que consigo siempre los gasto en viajar. Es mi gran capricho. Entre mis prioridades a la hora de planificar está el precio de vuelo, del alojamiento, qué cosas ver en mi destino, la gastronomía... Ah claro, el tiempo que va a hacer. Eso es muy importante. Poco más.

No me suele preocupar el acceso al país. Lo doy por hecho. Por qué no. ¿Qué me impediría a mí, ciudadana española, visitar otro país? El trámite de migración en el país de destino nunca me ha puesto nerviosa. Un par de preguntas ordinarias del funcionario. Tenga una feliz estancia y adiós.

Tengo libre circulación por 26 países de Europa. Un pasaporte europeo para el resto del mundo. Lo llamaría pasaporte de oro. Bueno, teniendo en cuenta a los Estados Unidos y quizás algún otro país más, pasaporte de plata, oro blanco quizás.

Soy una privilegiada. Eso me dicen algunos amigos de países del llamado Sur para los que hacer turismo es una odisea de embajadas, trámites burocráticos, tiempo y dinero. Tienen que presentar avales, extractos bancarios, pruebas de solvencia económica. Porque si no eres lo suficientemente rico para probarlo no tienes derecho a viajar. Punto.

Esta semana descubrí, perdonen mi ignorancia, que hasta para hacer escala en el aeropuerto te pueden requerir una visa de tránsito.

Y qué, dirán algunos. Pues que está bien señalar de vez en cuando esos pequeños grandes privilegios que nos han tocado gracias a la mayor lotería en la vida que es el lugar de nacimiento. Especialmente ahora que tantos tiemblan por la expansión de derechos. Dicen que todos somos iguales. Mentira. Dicen que este mundo se rige por la meritocracia. No es verdad.

En este mundo seguimos existiendo unos pocos privilegiados explotando a otros muchos. En todos los sentidos.

Y si eres blanco y occidental, con tu pasaporte vas donde quieras. Y si eres negro o musulmán, por ejemplo, pues lo tendrás muchísimo más difícil.

Ojalá pueda recorrer los muchísimos kilómetros que me quedan por conocer. Y ojalá tantas otras personas también pudieran, más allá de su lugar de procedencia. Somos unos privilegiados. Al menos no está de más recordarlo.