Conocí a Marta Robles por una de esas casualidades felices que a veces la vida te pone por delante. Ambas habíamos publicado novela en la misma fecha -mismo día, mismo género- y hacíamos nuestras respectivas promociones en paralelo. Yo con el patito de Progenie a cuestas, ella con La chica a la que no supiste amar. Así conocí también a su detective Tony Roures, y esa faceta rotundamente solidaria de Robles, que denuncia los aspectos más turbios de la sociedad sin despeinarse. Si alguna vez oyen esa tontería rancia de que el noir más turbio y oscuro lo escriben los hombres, recomienden que lean a Marta Robles. O mejor, léanla ustedes mismos, porque les va a remover. Y esa es una de las mejores cosas que pueden decirse de una novela de este género. Que, aparte de entretenerte, de llevarte en volandas y hacer que no sueltes el libro hasta las tantas de la madrugada, te zarandee a base de bien y te deje un poso de reflexión, y quizá también de indignación al arrancar el velo de los ojos sobre las injusticias que ocurren delante de nuestras narices. Eso, que es justamente la denuncia social, es en lo que se basa la mejor novela negra.

Ahora Robles nos sorprende con un giro brutal, aunque deberíamos estar acostumbrados. No en vano lleva una quincena de libros publicados a las espaldas, zambulléndose en los más diferentes estilos y saliendo airosa de todos ellos. Como es mujer de retos, el actual era de órdago. Doce siglos de la Historia de España condensados en menos de cuatrocientas páginas. Triple salto mortal. Me da vértigo solo imaginar la documentación que ha tenido que manejar, yo que todavía a veces -lo reconozco- me pierdo con los Felipes y algunos Fernandos. Pero la Historia que nos cuenta pasa de puntillas por la canónica para sumergirse en algo mucho menos conocido y, desde luego, más divertido. ‘Pasiones carnales. Los amores de los reyes que cambiaron la Historia de España’ es un libro de Historia, pero de la que no nos han contado. Y yo, que acababa de terminar la irónica Historia de España contada para escépticos de Juan Eslava Galán, me sumergí con entusiasmo -y un punto morboso, para qué les voy a engañar- a fin de saber más de esas anécdotas que nos quisieron ocultar.

Desde el último rey visigodo a Alfonso XIII, Robles nos muestra hasta qué punto el sexo ha marcado el rumbo de nuestro país. Nos sorprende con hechos históricos como la violación de Florinda la Cava por el rey Rodrigo y la venganza paterna, que incluyó poner en bandeja a los musulmanes la conquista peninsular que se mantendría durante más de siete siglos. O que Enrique de Trastámara, uno de los diez hijos que tuvo Alfonso XI con su amante Leonor de Guzmán, mató a su hermanastro heredero cambiando la dinastía y de paso, la Historia de España. Y así llegamos a los Reyes Católicos, que descienden de una concubina. O que de los veintitrés embarazos de María Luisa de Parma, esta desveló en su última confesión que ninguno fue de su marido, el rey Carlos IV. También nos relata otros sucesos quizá menos influyentes, pero igual de jugosos. El onanismo irrefrenable de Felipe V (que además fue quien trajo el dildo y los juegos sexuales de Versalles a la corte española), la afición al Viagra medieval de Fernando el Católico o la de Felipe II a las pinturas eróticas, la terrible obsesión por el sexo de Felipe IV, o las películas pornográficas que mandaba producir Alfonso XIII para consumo propio, cuyas incansables correrías nocturnas en busca de nuevas féminas lo han hecho merecedor del título de monarca más mujeriego de todos los Borbones. Y ya sabemos que eso no es poco decir.

No es fácil que un libro de Historia se coloque en los primeros puestos de los más vendidos ni que imprima una segunda edición a las semanas de publicarse. Pasiones carnales lo ha logrado, y lo tiene merecido. Rigurosa investigación que nos saca sonrisas aunque a veces también nos haga fruncir la frente al constatar cómo esa combinación de poder, impunidad y sexo nos ha venido (des)gobernando desde siempre.

Lo de la relación de Juan Carlos I y Corinna que acabó con ese colofón tan espléndido de sesenta y cinco millones de euros (qué fácil regalar lo que a uno nunca le perteneció) no es nada comparado con lo que hay en esta intrahistoria de los monarcas españoles. Como dice Robles, ya escribiremos sobre eso cuando tengamos perspectiva y -añado- una información más veraz que la que ahora nos llega. Mientras tanto, disfrutemos de este ensayo que nos acerca un poco más a una de las claves de la vida, ese «de dónde venimos» o, quizá más a cuento, «de aquellos polvos vienen estos lodos».

*Escritora