WPwe or regla general, los crímenes de ETA concitan una repulsa social unánime y los partidos encabezan las manifestaciones de protesta. Aún está en la memoria colectiva la gran ola de solidaridad y de rechazo a ETA tras el asesinato del concejal del PP en Ermua Miguel Angel Blanco, en 1997. Y el propio lendakari Ibarretxe, tan discutido por otras cosas, siempre fue el primero en condenar los asesinatos y en decir que ETA es una rémora para Euskadi y que debería desaparecer.

Es necesaria la unidad contra ETA, lo cual entiende todo el mundo. Se entiende menos que, como pasó tras el asesinato de Blanco, poco después la unidad se transforme en una batalla de descalificaciones. Eso fue lo que ocurrió entre PNV y PP tras la tregua de septiembre de 1998. Y el disenso antiterrorista fue más allá, como demuestra la sangrienta crítica del PP, la pasada legislatura, al intento de negociar la paz si cesaba la violencia, aprobado por una gran mayoría parlamentaria. Quizá es por eso que el ciudadano vasco, como indica una reciente encuesta del CIS, no aprueba la política antiterrorista de nadie. Ni la del PNV, ni la de Zapatero, ni la del PP.

Pero tras la ruptura de la última tregua, la condena de la sociedad vasca es más unánime y los dos grandes partidos del arco parlamentario han logrado puntos de encuentro. Ahora, después del primer asesinato con un lendakari socialista, se han agudizado dos fenómenos que ya se venían perfilando. Uno es la profundización de la unidad política. Patxi López ha lanzado un mensaje firme y sin concesiones, y ha contado con el apoyo tanto del PP como del PNV, aunque en este caso matizado y calificado de "demasiado épico". El otro es una más patente solidaridad con las víctimas, en este caso el policía Eduardo Puelles y su familia. La condena ha sido más fuerte y vigorosa, ha habido simbólicos gestos de colaboración entre las diferentes policías, incluida la Ertzaintza, que participan en la lucha antiterrorista, y ha logrado más relieve social el rechazo de la violencia. Así se puso ayer de manifiesto en el solemne acto del Parlamento vasco, en el que todos, desde los independentistas de Aralar hasta el PP, expresaron su solidaridad hacia la familia del inspector Puelles.

Ese es el camino. La lucha partidista no debe entorpecer la unidad antiterrorista. Y para ello es preciso que los partidos se escuchen y ausculten a la sociedad. Ninguno debe querer imponer sus criterios, o peor, sus intereses. Esperemos que lo de este fin de semana no haya sido otro episodio de solidaridad pasajera sino el inicio de, efectivamente, una nueva etapa, como señala la presidenta del parlamento.