No soy yo amiga de responsabilizar de todo a la televisión, aunque el artilugio sea culpable de manipulación, falta de educación, ordinariez, pérdida de elegancia, ausencia de valores y zafiedad. Si bien prácticamente todas las cadenas han emprendido hace tiempo en su infernal búsqueda de audiencia una carrera hacia el destierro de la calidad, no percibo hoy el influjo de otras épocas debido a la competencia de internet o de la oferta caótica que nos asedia a golpe de zapping. La tele, más que una ventana abierta al mundo real se me antoja a menudo un muestrario de especímenes humanos raros, como una suerte de parada de los monstruos perdidos en La isla del doctor Moreau donde compiten a ver quién chilla más, quién insulta con más villanía y menos ingenio, quién muestra las vísceras propias y ajenas con mayor desvergüenza o mayor sordidez. Y más en estos días con motivo del segundo aniversario del accidente de Spain Air cuando he revivido la conmoción sentida al ver la película de Willy Wilder , el Gran Carnaval , protagonizada por Kirk Douglas en 1951, que bordó de forma magistral al cínico y oportunista periodista venido a menos, Charles Tatum. La corrosiva cinta es una metáfora profética del periodismo sensacionalista que triunfa particularmente en la más bochornosa de las cadenas, imagen y semejanza de su propietario, la máquina de hacer dinero y ridiculeces que es Berlusconi . El pérfido personaje encuentra en la desgracia y en la muerte de un semejante el camino para la fama y la pasta, arrastrando a los demás en su infamia. Eso hace Tele Cinco aprovechando con repugnante descaro el dolor aún vivo y lacerante para programar con asqueroso oportunismo su consabida miniserie, sin coscarse de las lágrimas de las familias dolientes y guarreando en el morbo, que es su modo habitual de proceder. El capital privado no da derecho a todo. Hay cosas que no se pueden hacer y límites que no se pueden traspasar. Como el de la ética y la decencia. Un país libre no es un país donde todo vale por la pasta. O no debería serlo.