Si en Cáceres el Corte Inglés está siendo algo así como una empachosa delicatessen gastronómica que algunos cocineros quieren servir en pequeño plato de postre que no encuentran, porque anda perdido entre una vajilla de dudoso lujo; el centro de ocio es algo así como una patata caliente servida en sencilla cazuela que no encuentra comensal que quiera hincarle el diente.

Lógico es que nadie desee tener a menos de un kilómetro de su casa un lugar que recoja a espuertas el jolgorio y entretenimiento lúdico toda una ciudad. Que no sólo hablamos de cines, boleras y restaurantes, ni horarios diurnos; que nos estamos refiriendo a discotecas, bares de copas, y por qué no reconocerlo, botellón, esa manera que los chavales y no tan chavales tienen de pasar sus ratos de ocio. Nos guste o no, esta forma tan popular --por lo callejero y masivo-- de hacer guateques, está ahí, y el deseado centro de ocio no se librará de que sus aledaños auspicien a la plebe cargada de refrescos y licores.

Hasta ahora ha habido dos amagos de construcción de centros de ocio en la ciudad: el que una constructora propuso al ayuntamiento en el residencial El Vivero , que no llegó a realizarse porque los vecinos nos opusimos tajantemente llevando a cabo una férrea campaña en su contra, y porque realmente no interesó a quien debiera interesar; y el centro de ocio previsto en el antiguo matadero, que por razones que no conocemos ni supongo conoceremos, se ha quedado en un mero proyecto.

Ahora la aguja de la brújula del ayuntamiento ha perdido el rumbo y señala insegura hacia Fratres, Nuevo Cáceres, o Castellanos, y los tres barrios, viendo lo que se les puede venir encima, intentan esconderse, normal.

El ayuntamiento debería pensarse señalar a las afueras de la ciudad, porque es la única manera de que todos los ciudadanos quedáramos conformes. Unos su ocio; otros su tranquilidad. ¿Los coches? Pues mire usted, controles exhaustivos de alcoholemia por noche y autobús cada cuarto de hora a precio módico.

Todos suspiramos por tener un pastelito inglés entre los dientes, y sin embargo nadie quiere la patatita caliente, pero es que quema mucho la jodía.

*Pintor