TNtunca se arrima a sus congéneres. Siempre está solo en el estanque que preside Carolina Coronado . La conducta del pato del parque de Castelar es extraña. Se trata de un pato individualista, solitario y un poco cabrito. Los niños llegan con la martingala del cua, cua, cua y los gusanitos para echarles de comer. Los demás patos se acercan sumisos, amaestrados, y humildes para hacer la gracia, picotear las golosinas y entretener a los niños. El no. Y si algún niño se acerca, le mete un picotazo.

Creo que se agrió su carácter al contemplar a los pavos reales. Ellos sí que son capullitos de alhelí, soberbios, elatos y malas uvas. Y a pesar de todo gozan de las admiraciones de novios, padres e infantes. ¿Por qué él no? ¿Por qué debe conformarse con ser uno más de la manada sin cola ni colores? Nunca se acerca a picotear un gusanito, jamás dice cua, cua para que un niño se ría imitándole, no se zambulle, ni hace cabriolas, ni camina como si llevara dodotis.

Una tarde estuve mirándole. Nos miramos el uno al otro durante un rato. Creo que pensaba. Sí, pensaba. Se cansó de mis ojos y torció displicente la cabeza. Otro más pensaría. Otro desocupado que ante lo que se le viene encima con estos calores, no tiene otra cosa mejor que hacer que venir a mirarnos. A nosotros, criaturas absurdas metidas en un charco absurdo y con una existencia basada en abrir el pico, picotear porquerías, y chapotear para que crean que el verano se amortigua . Se equivocaba en parte porque durante unos segundos yo pensé en sus magras carnes horneadas junto a una naranja, lo confieso.

El pato de Castelar por las noches picotea los restos de los gusanitos y dice cua, cua en voz baja.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala