WEw l concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Cáceres, Santiago Pavón, se condujo ayer en el pleno de manera impropia en un representante de la ciudadanía. Pavón se puso a romper el cartel que le había dado un trabajador de la concesionaria del agua en el que se exigía al ayuntamiento información que disipara la incertidumbre sobre su futuro. Y lo hizo histriónicamente, puesto en pie y con enérgico aspaviento, en medio del salón en el que se discuten los asuntos vecinales. Un escenario, por tanto, que merece el respeto de la buena educación en todo momento y sean cuales sean las circunstancias. Mucho más si el motivo de su enfado era algo que debería ser perfectamente comprensible para un concejal de izquierda como es una protesta de la plantilla de una empresa.

No es la primera vez que el concejal Pavón no está, desde el punto de vista del comportamiento, a la altura del cargo que le otorgaron los votos de los ciudadanos, y es de temer que el episodio de ayer no sea el último, porque transcurrida la mayor parte de la legislatura no ha sido tiempo suficiente para corregirse. La política es respetar al otro; la democracia está basada en el principio de que cualquier idea es defendible siempre que se haga de modo que se respete al adversario. Santiago Pavón ha traicionado demasiadas veces ese respeto elemental. Su partido, ya que él no parece controlarse en según qué circunstancias, debería haberle puesto un límite. Porque él lo representa.