Las organizaciones agrarias y los sindicatos han puesto fin en Extremadura a un peligroso anacronismo, enquistado desde hace años, como era el que los trabajadores del campo de Badajoz cobraran por convenio más que los de Cáceres. El proceso de convergencia salarial se inició, de forma tardía, en el 2001 pero finalmente ha culminado con la firma del acuerdo laboral del 2004. A partir de ahora, ningún trabajador será discriminado por el hecho de trabajar en una u otra provincia extremeña, una obviedad que hasta la fecha no era tal. En estos tres años, los representantes de los jornaleros y los de los empresarios han realizado un ejercicio de responsabilidad que hay que valorar, llevando la paz social a un sector convulso y acostumbrado a continuas guerras de guerrillas entre sus dirigentes. En la fase final de la negociación, ambas partes han dejado a un lado sus diferencias y han pensado en la estabilidad de 60.000 jornaleros y 15.000 empleadores del sector primario extremeño. En este sentido, la subida salarial fijada para esta campaña, un 2,75%, se enmarca dentro de la contención salarial generalizada en los convenios del país. La salida de tono de Asaja-Cáceres, que se ha desmarcado del importante acuerdo, no merece ser valorada más allá de la anécdota.