XCxonmemoramos el 1.º de Mayo de este año bajo la sombra del atentado del 11 de marzo, en el que más de ciento noventa personas perdieron la vida. Hoy, nuestra primera reivindicación es la memoria de las víctimas y la petición de que nuestra sociedad no las olvide nunca para seguir vigilante ante los peligros que acechan la democracia.

La defensa de la libertad casi siempre lleva aparejada un tributo de sangre de aquellas personas que paradójicamente más necesitan de ella. En este caso también: jóvenes, trabajadores, estudiantes, inmigrantes. A ellos, igual que a los que sacrificaron su vida en la larga noche de la dictadura franquista, nuestro respeto y admiración. La sociedad española respondió solidaria y masivamente en la calle y con radicalidad cívica en las urnas como mejor muestra de su reafirmación en las convicciones democráticas. Las personas que trabajan para los servicios públicos dieron una sobrada muestra de dignidad profesional demostrando lo injusto del extendido denostamiento de la función pública.

En un momento de conmoción colectiva este país ha de hacer un titánico esfuerzo de cohesión social para acompasar la necesaria unidad democrática. En primer lugar, para construir una sociedad con menos personas excluidas en el mercado de trabajo y en la protección social. Y en segundo lugar, para que la xenofobia, aliñada de racismo religioso y étnico, no arruine la vida de quienes han venido a trabajar a este país procedentes de países de cultura islámica. Sólo faltaba que a quienes le niegan la vida y los derechos en su país y tienen que emigrar, aquí entre nosotros acaben siendo los paganos de los actos de los verdugos causantes de su éxodo.

Hoy la Unión Europea acoge a diez nuevos países. Es una gran noticia política. Aunque haya quienes quieren ver en la ampliación una excusa para no asumir su responsabilidad sobre algunos problemas de la economía española producidos por la errónea política de desarrollo de la última década. Reducir el peso del estado, incidir en la desfiscalización sólo ha conducido a competir con bajos salarios y con viejas ventajas comparativas frente a la inversión en conocimiento y capital humano de los países del entorno, incluidos los nuevos socios.

La baja productividad de los puestos de trabajo en nuestro país se debe a la poca carga tecnológica y a la excesiva precariedad en el tiempo y calidad del contrato de trabajo que cubre dicho puesto. Nuestra región aparece como un ejemplo claro de esa situación.

El nuevo gobierno ha de ponerle la proa a las causas que generan esta situación si pretende mejorar radicalmente el mercado de trabajo y los sistemas de protección social.

Alcanzar los 600 euros de salario mínimo en cuatro años está bien sin dudas. Pero recuperar la causalidad en la contratación temporal, la regulación de las subcontratas, eliminar las ETT, fomentar la contratación estable, controlar el fraude en la contratación continúan en el frontispicio de la reivindicación sindical. Estas medidas de saneamiento en la calidad del empleo son la mejor medicina contra el mayor virus de la economía: la precariedad.

Estos logros no sólo mejorarán el empleo, sino que protegerán la vida de las personas en los centros de trabajo. En Extremadura 104 personas perdieron la vida en los últimos cuatro años cuando se ganaban su salario, la mayoría con contratos precarios. Por tanto, la libertad, la paz y el empleo de calidad son las banderas que hoy nos llevarán de nuevo a las calles. Que no se olviden la víctimas de los atentados ni las de la siniestralidad laboral.

*Secretario General de CCOOde Extremadura