Anda España entretenida juzgando a Pedro Sánchez tras la larga tarde de Ferraz. Absolviéndolo unos, condenándolo otros, elevándolo aquellos a los altares, convirtiéndolo los de allá en el líder que le hubiera gustado ser y entonando su RIP los de acullá, aunque ese muerto esté aún vivo. Medios como El País, comprometidos en la cacería, acuñaron piropos como «insensato sin escrúpulos» y ahora publican artículos como el de Víctor Lapuente donde le califica de Quijote, en línea con Lorenzo Silva en El Mundo la noche en que empezó a erigirse la estatua al mártir. Otros de la derecha, sin embargo, disimulan su satisfacción.

Está claro que la búsqueda desenfrenada e ilícita de audiencia, disfrazada de derecho a la información a cargo de la Sexta, -todo mi apoyo a Luis Salaya- ha contribuido a transformar lo que fue una agonía en un aquelarre, que en mi opinión no se produjo. Como si el Comité Federal hubiera sido un violento plató de televisión donde gritaban y se acosaban los delegados como 253 belenes esteban desmelenadas. Y que parezca eso es malo para todos. Para el PSOE y para España.

Lo que pasó fuera ya es otra cosita. Y para esta observadora imparcial, lo más grave. Más allá de la seguridad de que Pedro Sánchez no ha dicho la verdad sobre ese pretendido gobierno alternativo pero también de que ha caído víctima de una lucha de poder del aparato. La violencia verbal e intimidación que el ex secretario general permitió cuando no alentó subrepticiamente a las puertas de la sede, le desenmascara e inhabilita lo suficiente al menos, como para inclinar la balanza en el juicio sobre su persona. Lo nombraron los militantes, sí, pero eso no le permitía cualquier cosa. Y hubiera resultado su actitud mucho más noble y digna si hubiera salido a la calle a pedir con buenas formas a los que allí se desgañitaban aclamándole, que se fueran a casita y les permitieran discutir y votar sin coacciones. Al no hacerlo, perdió una hermosísima oportunidad de convertirse en el compañero leal y el líder sincero e inteligente que no ha sabido ser. H

* Profesora