TEtl otro día escuché a un crítico cinematográfico aventurar una tipificación sui generis --seguramente aceptada por muchos espectadores-- de eso que llaman "películas de verano". En su opinión estas películas reúnen ciertas características: son livianas, evasivas, sin grandes complicaciones argumentales y pueden durar más de lo habitual, pues las vacaciones son benevolentes con el exceso de metraje.

Maneras de verlo. Lo primero que se me ocurre es que este tipo de películas, facilonas y presuntamente divertidas, son las que Hollywood produce durante todo el año, pensando precisamente en ese público acomodaticio que no aspira a complicarse la vida cuando acude a las salas de cine (seguramente porque fuera de esas salas tampoco se la complica por voluntad propia). Por otra parte, no comparto esa manía social de colgar la etiqueta "de verano" a productos culturales que no dependen, por mucho que algunos se empeñen, de los dictámenes del hombre del tiempo. Empezaron inculcándonos que las bicicletas son para el verano y a partir de ahí se inventaron un verano omnipotente, casi bíblico, que premia o castiga un determinado tipo de películas o de libros. Nada más lejos de la realidad. Este tipo de películas, llamémoslas livianas, nada tienen que ver con una estación del año sino con un día de la semana: el domingo. Son películas para domingueros. Yo mismo soy algo dominguero y cada cierto tiempo paso un buen rato viendo películas insustanciales de Jackie Chan, Bruce Willis o Jim Carrey . Pero hay que ser valiente y asumir estos gustos --legítimos, pese a todo-- sin culpar de ellos al impasible termómetro.