Hay sucesos que me hacen reflexionar. Por ejemplo, la muerte de una mujer embarazada a manos de su marido, en Granada. Según la noticia, el homicida se encontraba en estado de embriaguez. Paralelamente, las televisiones difunden a menudo imágenes de diferentes zonas de España relacionadas con el botellón: los jóvenes consumen alcohol y, probablemente, otro tipo de drogas. Y las noticias sobre la bebida no terminan ahí, ya que, en relación con la seguridad vial, se dan estadísticas de accidentes causados por conductores que dan positivo en las pruebas de alcoholemia. El estado de embriaguez también está presente en algunos casos de violencia doméstica. Beber, en suma, afecta a la salud física y mental.

Si el Gobierno, como ha argumentado para aprobar la nueva ley del tabaco, ha de velar por nuestra salud y seguridad, debería tomar buena nota y regular también la venta y consumo de bebidas alcohólicas en lugares públicos. ¿Algún responsable del Ministerio de Sanidad ha enviado a un inspector para comprobar que, en cumplimiento de la ley, no se beba en la vía pública? El tabaco es malo, causa enfermedades y molesta a los no fumadores, pero por fumar no se mata, no se provocan accidentes mortales y tampoco se molesta a los vecinos a altas horas de la madrugada.

Soy fumador y moderado bebedor; rechazo las prohibiciones. Con la anterior ley del tabaco la situación estaba bien regulada. Puestos a prohibir en beneficio de la salud y la seguridad, que se prohíba todo lo perjudicial, sin excepciones. El Código Penal establece como atenuante "la embriaguez no habitual para delinquir". Implícitamente, reconoce que bajo los efectos del alcohol se pueden cometer delitos. Sin embargo, nada dice del tabaco.

José Luis Figueroa **

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