Periodista

Durante varios días mi teléfono se ha convertido en un aparato inquietante. Llegó un momento en que cada vez que sonaba provocaba en mí respingos y azoramientos indomeñables. Al principio pensé que eran bromistas, luego creí que sería una banda de desvalijadores de pisos que pretendía averiguar si mi apartamento estaba vacío. Sonaba riiiin, riiiin, lo cogía y se escuchaba una voz áspera de mujer que se presentaba y me ofrecía sus servicios: "Hola, soy la Pelos , llamaba por tu aviso, tengo experiencia en varios grupos, el último fue Sexo Barato ". Yo aventuraba un perdone creo que se ha equivocado y la tal Pelos con experiencia en Sexo Barato me aseguraba que de eso nada y me recitaba mi número telefónico de carrerilla. Tras algún tira y afloja, acababa colgando, pero media hora más tarde era una voz aflautada de varón la que saludaba: "Calorro, soy Spidermia , de Zorita, ¿cuándo me pruebas?". Y así, uno tras otro, fueron llamando el Cuchara , la Petra Woman , que dijo telefonear de parte de Tullidos Trepanados , un tal Simón-Up y, el más radical, el Badajoz , líder del colectivo El hípico me enchunga ".

Pero la cosa no quedaba ahí, porque entre el Badajoz y el Cuchara , llamaban diversas señoritas componiendo voces de comerciales de ING-Direct que preguntaban por el señor Del Yelmo. Les juro que no entendía nada y me estaba poniendo de los nervios hasta que, de pronto, todo se aclaró. Una tarde de ardores estomacales entré a tomarme una tónica a un bar por la plaza Marrón y me quedé de piedra: en la pared, en un folio, estaba escrito mi número de teléfono, que no aparece ni en la guía, bajo una oferta de empleo que rezaba así: "Se precisa cantante de rock duro para grupo musical". Lo entendí enseguida: había estado haciendo de telefonista del grupo metalero de mi hijo. ¿Pero y el señor Del Yelmo? Decidí ponerme borde y esa tarde, en cuanto llamó la primera señorita de soniquete atiplado, le manifesté mi hartazgo. Ella, educada, se excusó: resulta que llamaba de Carrefour y el señor Del Yelmo era un caballero cacereño que había dado su número equivocado para que le avisaran si llegaban los libros de su hijo.

Desde que las chicas de Carrefour han dejado de llamar al señor Del Yelmo y mi hijo y sus colegas han encontrado cantante (sospecho que con buen criterio habrán fichado a la Pelos por su prometedor currículo), mi teléfono es un rollo. Llama mi suegra, llama mi madre y, los fines de semana, llama mi hijo para solicitar licencia para quedarse un rato más en el hípico.

Yo me lo imagino con la Pelos , el Simón-Up , la Petra Woman y Spidermia el de Zorita bailando lo último de Sexo Barato o alguna horrenda balada de Tullidos Trepanados . Pero esas llamadas me gustan porque son reales, sin misterio, y también porque, ¡qué caramba!, me gusta el hípico, o mejor, me gusta que mi hijo esté en el hípico: sin molestar a nadie y sin tener que alejarse de Cáceres para irse a bailar a la discoteca de Valdesalor. Les digo la verdad: prefiero mil veces una nuera del hípico como la Pelos o la mismísima Petra Woman a una princesa azul de discoteca periférica y peligrosa.