Abogada

Saben, en esto de la guerra no sólo es malo la dinámica de matar para acabar con un régimen, un tipo o una ideología; lo verdaderamente lamentable es que en ese intento ¿purificador? del mundo caen inocentes, muchos inocentes, casi todos... Contrasta con el trabajo de gentes de paz, gentes dispuesta a sacrificar su propia vida por dar una oportunidad de vida a esos inocentes. Me cuenta mi hermana, médico, cómo está tratando de salvar la vida a una pequeña niña, cómo una indígena de las que ha formado en la militancia de la medicina resiste, a pesar de su enfermedad, a pie de cañón en el dispensario de la vida, en el lugar en el que el hombre parece resistir, frente a la mayor de las adversidades, ser la espalda del mundo. Esta señora se llama Lacilu, es uno de esos personajes que hemos podido ver reflejados en multitud de películas --valiente y digna--, llena de contratiempos vitales, contratiempos que le han hecho quedarse tras la barrera de lo inhumanamente inaceptable. A pesar de ello, Lacilu parece firme en este nuevo cometido, siente que está participando en el bienestar de sus gentes, y que, aunque tenga su propia lucha interna, ha conseguido transgredir lo humanamente inaceptable; por fin tiene su cometido, ayudar a sanar--, toma decisiones, mantiene en firme una responsabilidad y, quizá, lo más importante de todo, es un exponente importante de su comunidad. Y es que aunque ignoremos muchos su existencia, Lacilu hoy es uno de esos seres capacitados para generar vida. Vaya mi homenaje, aunque no haya un final feliz.