Nos anuncian medidas de desconfinamiento y los indicadores muestran una ligera mejoría, que debemos leer con prudencia y sin dejar de estar alerta. Pero hay otros indicadores que han golpeado con tanta virulencia como el virus, los económicos. Estos han puesto en evidencia la enorme vulnerabilidad de ciertas estructuras vitales y han conducido a una insoportable precariedad a muchas personas. ¿Qué nos espera cuando volvamos a la normalidad? ¿Qué es la «nueva normalidad»? Que nada volverá a ser como antes ¿tendrá el mismo sentido para todos? ¿Nos volveremos más resignados? ¿Más desconfiados? ¿Más egoístas e insolidarios? ¿Nos obligarán a aceptar situaciones como mal menor? ¿Jugarán con nuestros legítimos miedos? Mi impresión es que sentiremos la necesidad de tener más protección, que no es lo mismo que estar más seguros, y la forma de conseguirlo será pensando más que nunca de forma colectiva, haciendo cambios en profundidad y que se consoliden, poniendo de verdad la vida en el centro, potenciando lo común, haciendo que todos los servicios básicos sean públicos, plantando cara a los especuladores. Con barrios donde los lobis de la vivienda no expulsen a los vecinos, sin coches ni contaminación y espacios para pasear.