Estaba claro que tenía que haber un culpable para todo este desaguisado. Solo hacía falta pasear por la España del pelotazo, de la burbuja, de esa opinión tan tan pero tan española de que el dinero público no es de nadie. ¿Pero de quién va a ser, alma de cántaro? Pues de los listos de turno, tres para ti, dos para mí, nada para Negrolandia.

Así se levantaron los aeropuertos sin aviones o las urbanizaciones sin urbanizar. Así cada ayuntamiento tuvo su Calatrava o similares, su campo de golf en mitad de los barbechos y su poquito de fraude con los cursos de formación o lo que tocara, quién iba a enterarse si aquí el que no cobra en negro es un pringao y el que no defrauda es porque no puede. Si hasta lo de Hacienda era un eslogan, y donde dice todos, digo Diego y me quedo tan pancho. Bancos rescatados, pobres, desahuciados, y cuadros vendidos por encima de su valor para el IVAM, un museo pagado con el dinero de todos, o sea, el de nadie.

Tenía que haber un culpable de todo este fraude y lo hemos encontrado. La culpa es de los escritores, esos culturetas. Y de los músicos, y los pintores, juglares todos, al fin y al cabo. Además de cobrar su pensión de jubilación, quieren seguir escribiendo y publicar, para más inri, y cobrar derechos de autor, esa falacia, en un país donde el que no se descarga libros gratis es un pobrecito que no sabe hacerlo. Y toda esta persecución fiscal a escritores como Gamoneda o Landero se desarrolla en un año en el que a los políticos se les llena la boca celebrando a Cervantes , pobre, al que no dejan ni revolverse en su tumba con tanta excavación y tanto fasto. Ya dijo Larra que en España escribir es llorar, pero nadie nos advirtió de que ni siquiera muertos nos iban a dejar tranquilos.