WCwarly Fiorina, la mujer que dirigió durante seis años Hewlett-Packard, renunció al cargo hace pocos días por la presión de su consejo de administración y el acoso de los operadores de bolsa, que hacían cotizar a la baja las acciones del gigante informático. Fiorina, ejecutiva de prestigio mundial, recibió una indemnización de 16,4 millones de euros (2.662 millones de pesetas), que enseguida fue criticada por los accionistas. Si la cifra no ha sorprendido en España es porque aquí ese tipo de compensaciones son aún más generosas, cuando las magnitudes y los riesgos de una multinacional y de una firma española no admiten comparación. Alfonso Cortina cobró 19 millones de euros (3.161 millones de pesetas) por dejar la presidencia de Repsol, donde le había puesto el PP. En la Audiencia se juzga estos días si son legítimos los pagos a José M Amusátegui (43 millones de euros) y a Angel Corcóstegui (108 millones de euros) por dejar antes de lo previsto el cargo en el SCH de Botín. A estas cifras desorbitadas se las llama sin rubor pensiones de jubilación. Es una muestra demoledora de que las normas salvajes que imperan en parte de nuestro sector empresarial nada tienen que ver con ningún código de buen gobierno.