WLw a escalada en la guerra civil iraquí ha desbordado al Gobierno de Nuri al Maliki y a EEUU. La derrota electoral sufrida por el presidente Bush el 7 de noviembre y la multiplicación de iniciativas para que el grueso del cuerpo expedicionario norteamericano pueda abandonar Irak en un plazo relativamente corto han dado alas a las diferentes insurgencias. Con casi 4.000 muertos contabilizados en octubre en Irak, la calle ensangrentada y la lista de bajas norteamericanas aumentando todos los días, la Administración de Bush ha iniciado el camino de vuelta de la doctrina del eje del mal y del unilateralismo para abrazar la moderación, el pragmatismo y la consulta a los aliados. Desde el establishment republicano, zarandeado por el batacazo electoral, hasta conservadores fuera de toda sospecha como Henry Kissinger, se multiplican las voces que piden un cambio de rumbo que rompa con la lógica que ha hecho posible la catástrofe iraquí y, acaso, el descoyuntamiento libanés en ciernes. Pero para el Gobierno de Bush, rectificar sobre la marcha, cuando aún le quedan más de dos años en la Casa Blanca, constituye una humillación. Si el presidente llegó a ella con pocas ideas propias, y recurrió a la doctrina del golpe seco y a los funcionarios que sirvieron a su padre para afrontar la tragedia del 11-S, ahora parece condenado a gestionar una retirada de Irak sin disponer de un proyecto personal. O, lo que es lo mismo, sin medios para evitar que no tenga el sabor de la derrota. Como en Vietnam.