Varias personalidades consultadas el pasado domingo por El Periódico coincidían en la necesidad --y en la urgencia-- de hacer algo para detener la guerra de Siria, pero ninguna de ellas tenía una respuesta que fuera verdaderamente efectiva. El pasado lunes, desde el diario se presentaban las posibles opciones para detener la carnicería, y ninguna de ellas era óptima. Esta dificultad ha paralizado hasta ahora la capacidad de actuación externa en este conflicto, que en dos años ha causado 100.000 muertos y dos millones de refugiados en los países vecinos, de los que la mitad son niños. Sin embargo, algo parece estar moviéndose tras el presunto ataque con armas químicas denunciado por la oposición y por Médicos sin Fronteras, asalto que han empezado a investigar los inspectores de la ONU con enormes dificultades. Hace un año, el presidente Barack Obama había puesto el uso de dichas armas como la línea roja que, si Damasco cruzaba, obligaría a Estados Unidos a algún tipo de intervención. Desde el fin de semana se registra una gran actividad en las cancillerías de Londres, París y Washington.

El Reino Unido y Francia, espoleados por el éxito en Libia, y en el caso de París también por el de Mali, estarían dispuestos, al igual que un país musulmán como Turquía, a una intervención militar sin el visto bueno de la ONU, de una forma parecida a la de la OTAN en Kosovo en el año 1999, cuando se orilló el veto de Rusia, mientras que la Casa Blanca muestra mayor cautela. Las guerras de Irak y Afganistán son todavía demasiado recientes, la mayoría de los estadounidenses están contra cualquier intervención y Obama y sus asesores saben que Siria no es Libia. Además de amigos potentes como Rusia e Irán, el presidente Bashar al Asad tiene un Ejército que todavía es muy fuerte, con mucho y buen armamento. Y además, toda la zona es un polvorín que puede estallar muy fácilmente.

Hoy se celebra en La Haya una reunión de diplomáticos estadounidenses y rusos para hablar de Siria, en teoría para preparar una futura conferencia de Ginebra sobre la guerra en la que, dadas las circunstancias, nadie parece creer. Pero este encuentro de hoy, cuando se habla de opciones militares como nunca se había hecho hasta ahora en este conflicto, puede abrir algún resquicio. Ciertamente, las posibilidades de actuación son todas malas, pero sin duda la peor opción de todas es la inacción.