El pasado once de octubre, víspera del día de la Hispanidad, el Periódico Extremadura recogía la noticia de la existencia de un borrador del Plan Local de Inmigración en el que trabajaban asociaciones de extranjeros con el IMAS (Instituto Municipal de Asuntos Sociales). En la edición digital aparecían cinco comentarios que, a pesar de ser poco representativos numéricamente, sí lo son por la capacidad de ser aceptados por mayorías silenciosas. Los únicos cinco comentarios que mereció la noticia estaban cargados de hostilidad contra los inmigrantes: repasando la situación económica y social de España se quejan de que alguien se preocupe de unos pocos inmigrantes, extranjeros, que disfrutan de ayudas, cursos, asistencia de la Seguridad Social, etcétera. Se les acusa de gorrones y de clientes del poder con su apoyo electoral, curiosamente del PSOE. Se propone, en fin, su expulsión y se les acusa de analfabetos y otras lindezas.

Es sorprendente que haya gente dotada de un conocimiento tan profundo de la sociedad que sabe a quién vota cada individuo y que conozca tan profundamente la capacidad intelectual de los demás y la juzgue, aunque lo escriban con una falta de ortografía por cada tres palabras. Es curioso, porque yo tuve la oportunidad de asistir a un acto multitudinario de inmigrantes extranjeros y de cacereños al día siguiente en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y comprobé que había extranjeros con diferentes ideologías, con diferentes religiones, con diferentes grados de cultura, con diferentes tradiciones y con diferentes grados de integración. Entre ellos había sociólogos, periodistas, ingenieros, músicos, trabajadores sin cualificación y parados. Prácticamente igual que los cacereños, aunque entre estos había muchos pensionistas, mientras que entre los extranjeros casi la totalidad eran cotizantes a la Seguridad Social.

Yo espero que ninguno de los setecientos mil extremeños que viven fuera de Extremadura en España y por todo el mundo tenga que leer en la prensa de sus lugares de residencia comentarios como estos. Porque sí, en Extremadura vivimos un millón ciento cinco mil personas, de las que sólo novecientas cincuenta mil nacieron en Extremadura. Los setecientos mil extremeños restantes tuvieron que emigrar y allí donde llegaron son inmigrantes. Hay entre ellos analfabetos (ya muy pocos) y titulados superiores; hay trabajadores y pensionistas; hay activos y parados. Todos ellos (salvo contadas excepciones, por supuesto), añoran los paisajes de su infancia, los amigos y familiares que dejaron aquí, las comidas de sus padres y sus abuelos, las fiestas, las costumbres, las penas y las alegrías que les definen como extremeños.

XY NOSOTROSx, en Cáceres, tenemos sólo dos mil extranjeros, dicen los comentarios. Bueno, unos pocos más, pero no llegan a tres mil. ¿Por qué vamos a preocuparnos por ellos cuando hay bastantes más cacereños que están pasando graves dificultades para mantener a sus familias? Es que creo que sí debemos preocuparnos por esos cacereños que están pasando dificultades, hambre incluso, porque todos podemos formar parte de ese grupo en cualquier momento. Pero fíjense ustedes, señores comentarista y xenófobos en general que hay muchos más perros y gatos domésticos que extranjeros; que hay muchísimos más paisanos y familiares nuestros que son inmigrantes donde viven; que los inmigrantes tienen madre como todos nosotros y que nadie les preguntó dónde querían nacer. Casi todos los extranjeros que conozco tratan de integrarse en nuestra sociedad con toda normalidad y trabajan con eficiencia en trabajos despreciados por nosotros, a veces muy por debajo de su preparación. ¿Vamos a exigirles también que se olviden de su familia, de su patria, de su origen, y que contribuyan a nuestra economía sin recibir contraprestaciones y que si nuestra torpeza política como sociedad es incapaz de seguir progresando les devolvamos sin contemplaciones a sus países?

Yo no quiero que eso les ocurra a mis parientes y a mis amigos que viven en Cataluña, en Madrid, en Alemania... Todos los seres humanos somos hijos de la Tierra y tenemos el mismo derecho sobre ella. Es necesario administrarla un poquito mejor, porque hasta ahora hay muchos defectos... y de eso sabemos bastante los extremeños. Así que no se me ocurre más que pedir disculpas a los extranjeros de Cáceres por esos comentarios de la prensa y darles las gracias por su ayuda y por el tremendo sacrificio que han hecho para vivir entre nosotros. El IMAS puede contar con mi apoyo.