Pido perdón a todos los chicos y hombres que alguna vez han tenido un gesto amable y educado conmigo o me han mirado con ternura y solo han encontrado por respuesta mi mirada seria con un seco «gracias» lleno de desconfianza y cierto miedo. El paso del tiempo y todas las experiencias vividas (propias y de otras mujeres) han hecho de mí una mujer extremadamente prudente y que no se abre a cualquiera. Ciertamente, el mundo está lleno de hombres nobles, buenos, con sentimientos puros y ganas de ayudar a los demás, especialmente cuando se trata de una mujer de apariencia frágil. Les estoy infinitamente agradecida a todos ellos, pero mi seguridad e integridad física imponen que la coraza protectora solo pueda desprenderse con la confianza que únicamente el paso del tiempo puede otorgar. Aun así, egoístamente les pido que no tiren la toalla y sigan mostrándose como son. A cambio, la próxima vez prometo regalarles una sonrisa sincera.