Recuerdo que en la Facultad de Periodismo en Madrid siempre que podía me saltaba la clase de ética. Se trataba entonces de una asignatura de 5º curso que en el turno de mañana se daba una sola vez a la semana pero a primera hora del día, a eso de las 8, y en esa etapa de mi vida digamos que las sábanas y la cafetería me parecían mucho más interesantes que escuchar a un ilustre profesor disertando sobre la moral de los periodistas, los cuales a mis escasos 21 años eran para mí unos deliciosos indeseables capaces de entrevistar a la mismísima caperucita roja, aún sabiendo que la esperaba el lobo, si con ello se hacían de una exclusiva.

Ahora, después de 26 años de ejercicio profesional en Extremadura, pienso en la importancia de esta asignatura, la ética, que se convierte en virtud con el paso del tiempo y que debe impregnar todo cuanto hace cualquier medio de comunicación que se precie en trabajar bajo el prisma de la responsabilidad y el respeto profesional. Porque la lucha en un mercado cada vez más competitivo y precario, no deberían impedir que los cánones de la veracidad, la rigurosidad y la deontología profesional sean el libro de estilo de cada día y, ahora con Internet, de cada momento.

Hace tres semanas llegó a la redacción el periodista de la casa José María Ortiz con un ‘hilo’, en el argot de la profesión un asunto turbio u oscuro cogido con pinzas del que después se puede tirar si se hallan las fuentes adecuadas. Se trataba de unos presuntos amaños en los partidos de fútbol de Tercera División en Extremadura con el objeto de que determinadas personas pudieran ganar dinero en las apuestas deportivas en Internet, casas de apuestas donde se puede obtener un gran beneficio si se tiene suerte, se sabe de fútbol o alguien interesado lo predice previa compra de futbolistas, una ilegalidad castigada con hasta 4 años de cárcel de la que, al parecer, no es ajena ninguna de las categorías.

la gravedad de los hechos nos obligó a actuar con cautela. La compra de coches de alta gama por parte de algunos jugadores que militan en la Tercera División del fútbol regional y que, en consecuencia, cuentan con sueldos limitados había levantado sospechas en determinados directivos de clubes, y la propia federación, después se comprobó, había abierto una investigación interna a fin de esclarecer los hechos.

Surgieron dudas de si publicarlo o no a la vista de que ningún futbolista conocedor del tema y, no digo nada, implicado en los mismos, quiso ofrecer su testimonio a El Periódico Extremadura aún salvaguardando su identidad. Tampoco se logró confirmación ‘oficial’ por parte de la Federación Extremeña ni de los clubes a los que se llamó a efectos de constatar la veracidad de los datos aportados por las distintas fuentes.

¿Es ético publicar una información así, sin citar casos concretos con nombres y apellidos, lo que puede ensuciar el buen nombre de la totalidad de los clubes? Esa pregunta se formuló en el seno de la redacción y me acordé de aquel profesor de ética de 5º curso, uno de esos días que sí fui a clase, cuando resumía esta misma disertación con varias preguntas: ¿Los hechos son ciertos? ¿Es responsable publicarlos? ¿Cumple el medio con su responsabilidad ética de informar y denunciar cuando es conocedor de que se está cometiendo una ilegalidad?

Dicho y hecho. Y así fue la primera plana del Periódico Extremadura del pasado 13 de septiembre con la repercusión debida y el eco que adquirió después por el resto de medios de comunicación tanto regionales como nacionales. Hubo quien tuvo la tentación de hablar de ‘bluf’ y también quién dio por sentado que se trataba de una maniobra rocambolesca de la Federación Extremeña de Fútbol, pero este periódico guardó silencio sabedor de que había cumplido con su obligación ética de informar de hechos tan reales como que se confirmaron después en todos sus extremos por la propia Federación Extremeña de Fútbol.

El jueves pasado nuevamente me vino a la cabeza la ética. La fiscalía de Badajoz informó de la apertura de diligencias sobre este caso y, por error, reconocido después a través de una conversación telefónica con quien les escribe, dijo que se hacía a instancias de las informaciones publicadas por otro medio de comunicación distinto a éste. Una anécdota en el ámbito jurídico que se disculpó porque en suma se cumplía con el fin por el que se habían publicado los hechos. Sin embargo, el asombro general fue ver a ese otro medio de comunicación aprovecharse de esa confusión para atribuirse el mérito. Lejos de la ética, sin duda, pero sabedor de que el Periódico Extremadura sí ha cumplido con su obligación, seguiremos nuestro camino.