Por el blog de Miguel Ángel Lama, profesor de literatura del siglo XVIII y, como buen ilustrado, centinela alerta a los desaguisados que se cometen en el ámbito de la cultura regional, me entero de que el próximo Grado de Periodismo de la Universidad de Extremadura, por el que hubo tortas entre todas las sedes universitarias de la región, y que será posible cursar a partir de septiembre en Badajoz, no tendrá ni un solo crédito ni de lengua ni de literatura española.

En ello seremos más «modernos» que ninguna otra universidad: desde la Universidad de Sevilla (por otra parte poco ejemplar) donde tienen, qué menos, asignaturas de «Tendencias literarias en la cultura contemporánea» y de «Lengua Española», hasta la Autónoma de Barcelona que, aparte de lengua y literatura catalanas, también ofrece «Estàndard oral i escrit de la llengua espanyola».

Y quien estudia en la Complutense tiene hasta cinco asignaturas relacionadas con la lengua y la literatura castellanas.

Nada nuevo bajo el sol, pues se trata del viejo mecanismo del corralito, o del cortijo: los profesores del Grado de Periodismo no quieren ceder ningún trozo del pastel a otro departamento.

De modo similar, se impulsó desde Filología Hispánica un máster en Enseñanza del Español como Lengua Extranjera que deja fuera a los profesores del departamento de Didáctica de la Lengua Española (¿no son acaso lo mismo enseñanza y didáctica?) y prefiere encargar los cursos a gente sin experiencia en la materia: así la irán adquiriendo.

No por ello deja de ser una aberración: desde Mariano José de Larra a Gabriel García Márquez, el periodismo ha sido escuela de grandes escritores, y ningún buen periodista ha llegado a serlo sin pulir su estilo con la lectura de los clásicos.

Con gran pompa se inauguró hace poco una cátedra con el nombre de Juan Luis Cebrián en la Universidad de Extremadura.

El fundador de El País (ese diario irreconocible de un tiempo a esta parte) es miembro de la Real Academia Española de la Lengua y donó su archivo a una universidad en la cual el periodismo, suponemos, consistirá en hacer virguerías con las nuevas tecnologías y, quizás, en formar a periodistas guapos/as y resultones/as, pues al fin y al cabo es lo que cuenta ante la pantalla.

Da rabia que una nueva oportunidad valiosa para los jóvenes extremeños, la de estudiar en su región una carrera para la que hasta ahora había que irse fuera, empiece tarada por decisiones inexplicables si no es por el prurito cateto de ser más moderno y original que nadie, en el peor de los sentidos, despreciando lo que se ignora.