No hay cosa mejor para resolver los problemas de los ciudadanos --o al menos esos cuya solución es factible y tan sólo depende de algunas voluntades y compromisos-- que un periodo previo a unas elecciones. De repente, todo se torna mucho más nítido y allá donde existía incertidumbre o pesimismo, aparece la bondad y la generosidad, una aptitud positiva y una cercanía hacia las necesidades de las personas, que encuentran en los políticos aliados excepcionales para darle salida a asuntos que, meses o años atrás, permanecían en estado de latencia.

Hace unos días el Womad cacereño, todo un símbolo para la ciudad y un excelente escaparate para Extremadura, estaba condenado a desaparecer del panorama cultural. A raíz de las reacciones, de personas, instituciones y ciudadanos, de las que se han hecho eco los medios de comunicación, y ante la posibilidad de que se exigiesen responsabilidades a más de uno, resulta que ya está todo resuelto, o al menos la crisis ha quedado desbloqueada y Cáceres podría volver a ser capital de las músicas del mundo en primavera. Esto si se hubiese producido en otro momento es posible que no hubiese gozado de tanta agilidad y capacidad de reacción.

Este ejemplo, de notable actualidad, sirve para ilustrar esta estrategia --a mi modo de ver equivocada-- que se viene practicando de manera histórica en la política, y que aunque realmente no represente, ni siquiera sea indicativo del modus operandis de toda la clase política, sí da la impresión de que se nos utiliza, o lo que es lo mismo sólo se nos escucha bajo determinadas presiones y en momentos puntuales. Esto no me lo he inventado yo, es una opinión que está en la calle, y que comparten muchos hombres y mujeres de a pie, que piensan que sólo se acuerdan de ellos en las elecciones, solo les pregunta sobre sus inquietudes cuando les llevan las papeletas de una determinada opción, y que quizá la política requiera más de una labor de diálogo social continuado, que de interesadas fórmulas electoralistas.

*Técnico en Desarrollo Rural