El último episodio conocido de abandono de animales ha tenido lugar en las cercanías del santuario de La Montaña: una mujer, que la policía ha logrado identificar a través de la matrícula del coche que conducía, tiró a una cuneta una caja que contenía cinco cachorros de teckel. Afortunadamente, los perros fueron localizados por el ermitaño y acogidos, uno de ellos, por las monjas de la congregación de La Montaña, y el resto por la protectora de animales.

A la mujer que abandonó a los cinco cachorros en La Montaña puede que se le multe con hasta 1.500 euros por una falta de abandono, contemplada como infracción grave en la Ley de Protección de Animales de Extremadura. Pero la multa siempre debe ser el último recurso. La solución pasa por el cambio de mentalidad, de sensibilidad, que no se adquiere con sanciones. Siempre se ha dicho que el nivel de civilidad de una sociedad se mide por el trato que le da a los animales. Ese termómetro nos indica que los extremeños en su conjunto tenemos un largo camino por recorrer hasta alcanzar estándares europeos. No hace falta recordar los casos de malos tratos (cuando no de tortura y muerte, con pálidas respuestas por parte de la Justicia), de abandono de galgos, de mascotas que son echadas de casa en el verano, etc. que menudean en las páginas de los periódicos.