La conmemoración en Polonia del 70 aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial ha levantado una controversia virulenta sobre el pacto Hitler-Stalin (23 de agosto de 1939) y sus protocolos secretos que sentaron las bases para el estallido del conflicto. El primer ministro ruso, Vladimir Putin, escribió un artículo en un diario polaco para condenar la connivencia entre los dos tiranos, pero comparando el acuerdo nazi-soviético con la capitulación de Múnich (1938) por la que Francia y Gran Bretaña, para apaciguar a Hitler, entregaron Checoslovaquia a la voracidad nazi. 70 años después, la sombra ominosa de aquel pacto aún se cierne sobre Europa y la desgarra. Para los polacos, los bálticos y otros europeos próximos a la URSS, con los judíos en primera línea, la acometida del Ejército Rojo fue el principio del terror, de las deportaciones en masa, la esclavitud y la muerte. Su recuerdo aún estremece a la población y condiciona las relaciones de Rusia con los países que perdieron su independencia y fueron víctimas de la barbarie. Por eso Putin trata de buscar una salida revisionista que falsea la voluntad de Hitler y Stalin de repartirse el botín y crear un nuevo orden en Europa. Los apologistas de Stalin trataron de justificar su traición ideológica como una necesidad pragmática, pero los europeos están persuadidos de que el pacto de 1939 fue el primer paso para dividir a Europa entre los dos regímenes totalitarios.