Las claves del ataque de EEUU a Irak son múltiples: el deseo de reordenar Oriente Próximo a su antojo y de marcar el terreno ante la Unión Europea, la batalla ideológica planteada por la camarilla neoconservadora de Washington... Y, por más que Bush y sus portavoces europeos lo desmientan, el objetivo era también, y no en último lugar, el control de las segundas reservas de petróleo mundiales. Ayer trascendió que Washington se dispone a explotar el sector petrolero iraquí creando un consorcio dirigido por petroleros tejanos. La ocupación demuestra con esto, una vez más, su trasfondo neocolonial, mientras Washington resuelve el problema de sacar del propio Irak el dinero para los negocios de la reconstrucción del país que ha destruido. El siguiente paso que prepara Estados Unidos es la supresión del escollo jurídico que supone el actual programa Petróleo por alimentos. Levantando las sanciones a Irak, el comercio del crudo iraquí dejará de ser supervisado por las Naciones Unidas. Bush quiere orillar de nuevo a la organización para que no haya duda de quién manda en Irak y en el mundo. Y los países presentes en el Consejo de Seguridad de la ONU deberán decidir, de nuevo, si se doblegan o no ante esos designios.