Irene usa muletas, apenas se da importancia pero tiene una fuerza de voluntad que impacta. Viajo cada vez más con personas que no conozco. No, no se asusten, no hago autoestop sino que soy un fiel usuario del coche compartido. La conocí volviendo de un viaje y, al bajarme del coche contratado en Bla Bla Car, dejé otra vez las muletas que le permiten andar en el asiento de atrás. Mi maleta ocupaba demasiado en el maletero de aquella chica con cara de niña que, antes de sufrir una meningitis que afectó a su médula y la dejó en una silla de ruedas, llevaba una vida casi feliz. Irene me enseñó en aquel viaje de cinco horas desde Málaga a Badajoz que existe la esperanza, la esperanza de salir adelante por tu propio pie, de no rendirse a pesar de que otros la dieran por perdida.

La estancia en el hospital de parapléjicos, los dolores, la pérdida del trabajo, la sensación de que todo volvía a quedar por hacer. Ella me habló kilómetro a kilómetro de sus noches en los bares de copas que regentó, de esos tipos a quienes nunca permitió que le tocaran las piernas mientras bailaba subida en un escenario al ritmo de saxofones y música house. Era pequeña, le decían, pero con carácter para no dejarse llevar. No, esta no es la historia de quien sale del hoyo para sacar a flote su vida mientras la familia llora y los amigos le recuerdan los otros tiempos cuando todo parecía mejor. Irene ya ha vuelto a andar, pero su camino será aún más largo cuando se libere de los aparatos y vuelva a volar. Me contó que su madre lloró cuando los dedos de sus pies volvieron a funcionar, cuando la oscuridad de entonces se volvió luz a los pies del Mediterráneo, mientras sus perros la acompañaban en las escapadas a la playa y los ratos de soledad.

Irene es una valiente, una heroína a quien un día encuentras en un viaje y con quien tendrías ganas de llorar. Pero no hay tiempo para dejarse vencer. La vida está esperando ahí afuera, porque queda tanto camino que sus piernas ya están deseando bailar. Le prometí que volveré a llamarla dentro un año. Estoy seguro de que, para entonces, estará de pie frente al mar.