Antiguamente se subyugaba al adversario mediante la utilización de la fuerza. Después de la revolución industrial, el componente básico pasó a ser la economía. Ambas formas de imposición reposaban en el control de los recursos. Hoy en día, la dominación se ejerce mediante la cultura y la ideología, y se transmite a través de los medios de comunicación. La gran diferencia radica en la evidencia actual de unos límites en la disponibilidad de los recursos y su sobreexplotación, lo que hace necesario, paradójicamente, volver a controlar al rival físicamente, aunque legitimando las acciones mediante entramados legales e institucionales. Un caso claro es el de los piratas de Somalia. Desde 1992, este país sin Gobierno tiene a la mitad de la población afectada por hambrunas y epidemias.

¿Qué se ha hecho entonces en los últimos 18 años?: ecopiratería. Al menos 800 buques dedicados a la pesca ilegal no declarada y no reglamentada han extraído recursos pesqueros por valor de unos 375 millones de euros anuales en mariscos y peces. Un programa de la ONU, el UNEP, revela que esos mismos buques vertieron residuos tóxicos de todo tipo (uranio, metales pesados y sustancias químicas). Increíblemente, también en 1992, los países de la UE y otros estados firmaron un tratado que prohibía el envío de desechos peligrosos a zonas de guerra, como Somalia. La ONU no solo no respetó este convenio, sino que, en diciembre del 2008, autorizó el uso de todas las medidas necesarias "para combatir la piratería". La conclusión es que solo existe una ecopiratería internacional que expolia recursos vitales de un país hambriento, y que tiene el monopolio de los medios de comunicación para distorsionar la realidad.

Alejandro Jorge Avendaño **

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