Las mafias internacionales han puesto sus ojos en un nuevo mercado: el del pirateo de CD (música) y DVD (cine). No podía ser de otra manera cuando se trata de un negocio ilegal que da suculentos beneficios y entraña un riesgo muy inferior al de, por ejemplo, el tráfico de drogas. Un negocio facilitado, además, por las nuevas tecnologías y no combatido por los consumidores, que compran estos productos --aunque a veces con defectos de calidad-- por precios cuatro o cinco veces inferiores a los que se pagan en las tiendas legales.

La industria del cine y de la música han impuesto unos precios excesivos, que se han visto desbordados por la facilidad con la que pueden obtenerse copias. Tendrán, por tanto, que replantear sus estrategias comerciales. Pero el pirateo es un delito que no sólo perjudica a las grandes multinacionales. También pequeños comercios y videoclubs han tenido que rendirse ante la venta ilegal.

Es, por otra parte, lamentable que los vendedores a pie de calle de películas y discos piratas trabajen en régimen de semiesclavitud para pagar sus deudas con las mafias que financiaron sus viajes a países ricos en su desesperada huida de la miseria.