TEtxiste una tendencia a suponer que la provocación voluntaria de incendios forestales es consecuencia del resentimiento del incendiario o de su codicia. Esta tendencia explicaría el acto pirómano por el beneficio obtenido con la quema, o en términos de sabotaje, venganza u odio. Sin embargo, a medida que se producen detenciones, el perfil de los arrestados es otro: jóvenes sin interés material por la destrucción, antiguos voluntarios, incluso algún exbombero.

La piromanía es un trastorno del control de los impulsos, como lo son la cleptomanía, compulsión al pequeño robo, o la ludopatía, el ansia irrefrenable por jugar. Sólo que el gusto por el fuego es más dañino; puede segar vidas y producir catástrofes medioambientales.

Los individuos con esta perturbación experimentan una fuerte tensión emocional antes del incendio, únicamente liberada al prender el fuego o presenciar sus efectos devastadores. La fascinación por las llamas justifica que a veces se muevan en el entorno de los servicios de extinción o vigilancia. La juventud es otro rasgo del pirómano. Más del 40% de los incendios provocados en Estados Unidos lo son por menores de edad.

Ante todas estas constantes, las medidas preventivas deben apuntar a la detección y posterior tratamiento de personalidades propensas al trastorno, gentes morbosamente interesadas por cuanto rodea al fuego y sus parafernalias. Es más eficaz difundir entre el vecindario las características psíquicas del posible pirómano que alertar sobre el número de hectáreas que ha conseguido calcinar.

*Psicoanalista.