La Junta de Extremadura y los agentes sociales (organización empresarial, sindicatos UGT y CC OO y Fempex) firmaron ayer un nuevo Plan de Empleo que tendrá vigencia hasta el 2011. Su coste supera los 808 millones de euros, una cantidad respetable --un 13% más que el anterior plan-- con la que se pretende alcanzar el reto de igualar la media nacional en tasa de actividad y en tasa de paro, para lo cual habrían de crearse 76.000 empleos más en los próximos cuatro años y el número de desempleados tendría que caer en 25.000 personas.

La firma de un plan de empleo en Extremadura no es un asunto cualquiera, porque reducir el paro y aumentar el trabajo es uno de los grandes desafíos --por ser una de las grandes carencias, en comparación con la media nacional--, a los que se tiene que enfrentar la sociedad extremeña. Por ello, que cada cuatro años, gobierno, empresarios, sindicatos y representantes de los municipios logren ponerse de acuerdo sobre el modo de aplicar una política para alcanzar esos objetivos es un activo de Extremadura. Durante el plan de empleo que ahora expira el número de personas ocupadas en la región ha pasado de 376.000 a 410.000 (34.000 más), mientras que el número de parados ha pasado de 77.000 a 71.000 (6.000 menos). ¿Estos resultados son achacables al plan de empleo? Es difícil saber en qué medida lo son, pero lo que es seguro es que no se habrían alcanzado si no existieran estos acuerdos.

Los objetivos que ahora se plantea el nuevo plan son, en relación al precedente, mucho más ambiciosos: nada menos que doblar la creación de puestos de trabajo y cuadruplicar el de la disminución de los demandantes de empleo. ¿Será posible hacerlo? Dependerá de muchos factores, muchos de los cuales ni siquiera están al alcance del manejo de los firmantes de ayer, pero al menos hay dos elementos que ayudarán: todos están de acuerdo en las medidas a adoptar y, además, parece que han acertado en el diagnóstico y en los objetivos. Así, las líneas maestras del plan firmado ayer son la búsqueda del empleo femenino y del trabajo estable y de calidad. Decirlo es fácil, pero lograrlo constituye un reto formidable. Solo un dato da la imagen de la estatura del desafío: alcanzar en Extremadura la media nacional de la tasa de empleo de las mujeres supondría crear 46.000 puestos de trabajo femeninos, casi el número de paradas actuales en la región.

Pero es necesario planteárselo. Desde dentro de la región, pero también hay que implicar al Gobierno central. Rodríguez Zapatero, que en declaraciones durante la campaña electoral dijo a este periódico que renovaría el Plan Especial de Empleo y en el mitin de Badajoz se comprometió con la industrialización de la región, tiene que pasar a los hechos. Porque si el horizonte de Extremadura es la homologación a la media nacional en estos parámetros que miden la riqueza regional, la comunidad sola no va a poder. Ya se ha visto durante los 25 años de su autonomía. Y aquí se están haciendo los deberes con voluntad y compromiso. Pero eso solo no bastará.