Está a punto de cumplirse un año de los atentados del 17 de agosto del 2017 en Barcelona y Cambrils. Un año en que la investigación ha podido determinar que la intención de la célula yihadista liderada por el imán Abdelbaki Es Satty era cometer el mayor atentado terrorista en Europa: un ataque simultáneo en Barcelona y París, con la Sagrada Família, el Camp Nou y la Torre Eiffel como objetivos. La Rambla de Barcelona primero y el paseo marítimo de Cambrils después fueron el plan b de una célula descabezada por el accidente de la casa de Alcanar, donde estalló el explosivo que estaban preparando para llevar a cabo los atentados.

El ataque al Camp Nou, según desvelan hoy los periódicos del Grupo ZETA, entre ellos El Periódico Extremadura, pretendía seguir los pasos del estadio de Saint Denis en París. La investigación ha concluido que la fecha elegida era el 20 de agosto, día en el que el Barça debutaba en la Liga contra el Real Betis. Al recordar el horror en que se convirtió la Rambla tras el paseo mortal de la furgoneta, estremece pensar en lo que podría haber sucedido si los terroristas hubieran podido llevar a cabo su plan original con la descomunal cantidad de explosivos que habían fabricado en Alcanar.

La investigación del atentado sigue su curso. El juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu ha levantado parcialmente el secreto de sumario, lo que ha permitido saber que ha llamado a declarar a dos testigos protegidos. Se trata de una investigación difícil (que el atentado que se cometió fuera el plan b y no el plan a la dificulta), y quedan puntos oscuros, como por ejemplo quién dirigió desde el exterior en nombre del Estado Islámico los pasos de la célula de Ripoll.

La cercanía del primer aniversario es un buen momento para hacer balance no solo de la investigación. Es prioritario, por supuesto, recordar a las víctimas y a sus familiares, que deben ser los protagonistas de los actos oficiales que se celebrarán los próximos días. Debemos felicitarnos porque la sociedad española ha demostrado madurez y sentido cívico al no haber caído en la pendiente de la islamofobia tras el zarpazo de una célula afincada en Cataluña. En los días que restan hasta el 17 de agosto, cabe confiar en que las administraciones demostrarán responsabilidad y no permitirán que la crisis política que vive Cataluña impregne lo que debe ser un recuerdo emocionado del horror que se vivió en Barcelona y Cambrils.