TAtvanza el curso y en los institutos llega la hora de anunciar buen tiempo o negros nubarrones. Acaba febrero y aún se puede reaccionar, pues en educación no rige el Fatum, sino el trabajo diario, la vigilancia constante, la rectificación, la recuperación. Tampoco los milagros. Los resultados responden a una tozuda relación causa-efecto: se estudia con constancia, se desarrollan progresivamente las destrezas, ergo se lograrán las competencias básicas. Junio se acerca, los padres y profesores se preocupan y la Junta, en su afán admirable por eliminar el fracaso escolar prepara el plan de refuerzos para alumnos en riesgo. La dinámica consejera de Educación destaca el éxito sin precedentes del curso pasado: siete de cada diez alumnos que lo siguieron promocionaron. ¡Incuestionable! La triunfalista afirmación puede transmitir el mensaje de que en ocho tardes de abril y mayo, los alumnos que durante el curso pierden --y mucho-- el tiempo, lo recuperan en un pis pas, caluroso y trabajoso pero pis pas. Claro que muchos chicos reaccionan al final y se ponen las pilas cuando ven las orejas al lobo. A estos el plan puede motivarlos y ayudarlos. La Administración se esfuerza por proporcionar clases gratis a alumnos que no podrían pagárselas. ¡Bien! Pero tengamos claro que los resultados no son tan espectaculares, porque la eficacia no se ha medido contando los alumnos que aprobaron la materia en la que recibieron el refuerzo, sino contando todos los que lo siguieron y luego promocionaron. Promocionar no es aprobar. El sistema ofrece diversos caminos: pasar con dos materias, promocionar excepcionalmente con una más o pasar por imposibilidad de volver a repetir, aunque se acumulen cates. Bienvenidos los esfuerzos y la imaginación para combatir el fracaso, pero las cosas como son. Muchos profesores creen que se derrocha ahora cuando en septiembre se racaneó con los cupos o que esta medida favorece que a los padres sólo les interese el aprobado, no educar en el trabajo diario o fomentar el hábito de estudio. Difícil lograrlo en dos milagrosos meses. La realidad es tozuda aunque la maquillemos.