Extremadura se ha vuelto a teñir de sangre por culpa de un accidente aéreo. Si hace poco más de tres meses fallecía un instructor de vuelo y un alumno se salvaba milagrosamente, ayer otro compañero de la base aérea de Talavera sufría la desgracia de tener un accidente mientras se ejercitaba para una exhibición acrobática. Si como aseguran los mandos militares un accidente y otro no tienen relación, bien es cierto que urge una revisión total de los aparatos para determinar si realmente la flota aérea que surca el cielo extremeño está a la altura que se merecen los profesionales que trabajan en el aeródromo de la comunidad autónoma.

Los F-5 de Talavera tienen ya muchos años y bien que se merecen una jubilación. Para ello, Defensa debe rascarse el bolsillo y dotar al acuartelamiento extremeño de aparatos más modernos y seguros, especialmente si como se persigue éste pretende convertirse en escuela europea de pilotos.

Los militares que aquí trabajan se merecen material apropiado e idónea puede ser la celebración de sus cincuenta años de existencia, acto al que acudirá el Rey, para emprender un plan renove que nos iguale a otras bases aéreas españolas.